España quiere líderes ociosos, parroquianos simpáticos. En el PP no saben cómo resolver esa carencia. En RTVE lo intentan con las cuñas de todo tipo, que es como despertar a alguien despacito de la siesta, con tiento...
Les besaban las señoras
Empezaba esta mañana Rajoy en la radio con que llevaba año y medio sin fumar y que se lo recomendaba a todo el mundo. No es que el presidente quisiera hablar de sí mismo para romper el hielo, sino que el periodista le abordaba con el tema para restarle un poco de ese aire perpetuo de recién salido de sus ocho diarias de estudio.
Da la impresión de que Rajoy se va a pasar la vida mohíno con esa costumbre suya de ser en todo momento un Registrador. Mariano consiguió sacar tan pronto oposiciones que se las tuvo que quedar para siempre como un rasgo del carácter.
En Zapatero, por ejemplo, todo indica que después de su licenciatura ya nunca volvió a estudiar nada más (si acaso aquellas clases de economía que le dio Sevilla), por lo que siempre ha tenido tiempo para,entre otras cosas, leer las novelas de Millenium.
España quiere líderes ociosos, parroquianos simpáticos, y en el PP no saben cómo resolver esa carencia. En RTVE lo intentan con cuñas de todo tipo, que es como despertar a alguien despacito de la siesta, con tiento. Aznar tampoco tenía mucho de habitual de bar, y entre uno y otro el PP ha colocado dos presidentes muermos que no lucen.
A Felipe y José Luis les besaban las señoras por la calle. El PP necesita un candidato al que quieran besar las señoras, como a Albert, como a Pablo, incluso como a Pedro quien lo lleva en los genes, igual que Susana. En España para ser presidente basta que a uno le besen las señoras y no provoque a los señores. A Zapatero le dio con eso para ocho años y sólo se marchó porque algunos de estos ya no hubieran podido contener el impulso de una torta. Zapatero al final tenía una torta de amplio porcentaje y aún le quedaban señoras, pero insuficientes.
Rajoy hoy atesora esa proporción y las señoras le miran con distancia, por lo cual se encuentra en una tesitura tan complicada como para ganar otros cuatro años y empezar a llamar a los españoles “hijos míos”, como Porfirio Díaz a los peones, de tanto reducir el paro con letra pequeña; un signo que los sindicatos (¡los sindicatos existen!) ven “estacional”, y todo por no relajarse un poco.
Ya no queda ni esa estampa del presidente fumando por la Quinta Avenida. Se va el Rajoy de toda la vida como se despide Don Draper: una especie en extinción. No hay candidatos «besables» ni neutros en Génova y no ha quedado más remedio que tunear el corriente al que uno ha visto tan delgado que parece a dieta de sopas de ajo, como si ya ni siquiera fuera gallego sino un castellano seco de carnes y enjuto de rostro.