Lo viejo y lo nuevo

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2019 sido una buena cosecha para la antigua Europa del Este. El Año del doble Nobel de literatura, que por fin ha aupado el genio e ingenio de Olga Tokarczuk a las portadas de la prensa internacional. A diferencia del otro laureado, Peter Handke, cuya obra y controvertida eslavofilia estaban ampliamente editadas, la autora polaca no había prendido en el mundo hispanohablante. Por suerte, desde que se concedió el doble galardón, su ascenso es imparable. Y es que el ecofeminismo de Tokarczuk no puede estar de mayor actualidad en el año en que la joven activista Greta Thunberg inició su huelga contra el cambio climático.

En paralelo hemos asistido al boom en ventas –y ya sin el efecto Nobel– de la escritora y reportera bielorrusa Svetlana Aleksiévich. Sus Voces de Chernóbil han inspirado una celebrada serie de HBO e incontables y radioactivos viajes de influencers, mientras que La guerra no tiene rostro de mujer ha sido adaptada al cine por la gran promesa del cine ruso, Kantemir Balagov, bajo el título de Una gran mujer Beanpole.

Poco a poco se estrechan vínculos con España con autores de la talla del poeta y ensayista Adam Zagajewski, que desde que ganó el Premio Princesa de Asturias en 2017 se pasea asiduamente por Oviedo, Madrid y Donostia. Este ha retomado el papel de Czesław Miłosz como gran difusor de la literatura polaca allende sus fronteras.

Y es que, como se puede adivinar, la autoficción, la prosa poética y el reportaje literario marcan tendencia. Especialmente cuando las firma una mujer.

Pero esta no es una crónica del 2019 al uso, sino una selección personal de las grandes lecturas y descubrimientos de un Este en sentido amplio, donde ya es tradición que se confundan las fronteras.

Literatura rusa: La zanja de Andréi Platónov, Versión original de Lilianna Lunguiná, ¿Qué hacer?, la gran novela revolucionaria y feminista de Nikolai G. Chernyshevski.

Puente aéreo con Bulgaria: Al final del bosque verde en edición bilingüe y Fiebre, ambos poemarios de la prolífica Zhivka Baltadzhieva. Una voz poderosa que resuena en su hija, la actriz y dramaturga búlgara Adriana Davidova. Esta última, en los albores de 2019 decidió «un imposible», Matar al amor.

Del “avispero” de los Balcanes: Zorro una novela de autoficción experimental de la croata Dubravka Ugrešic que contrasta con Corazón de grafito, el lacónico poemario de la artista serbia Divna Nikolić «Nikodim».

Letras polacas: Errantes, el novelón experimental de Olga Tokarczuk (en catalán, Cos) o, si la prefieren en relato breve, El alma perdida; De un día para otro, la divertidísima biografía de la artista varsoviana criada en Nueva York y residente en Madrid Elizabeth Wittlin-Lipton; Una leve exageración o toda la sutileza de Adam Zagajewski hecha ensayo y una pequeña joya, las Memorias-de-un-antihéroe de Kornel Filipowicz.

Reportajes incendiarios por estricto orden de traducción: Cuba síndrome isla de Krzysztof Jacek Hinz, Diarios de Kolimá de Jacek Hugo-Bader y Bucarest, polvo y sangre de Margo Rejmer.

Publicar en lengua ajena: aún resuenan los ecos de Vestidas para un baile en la nieve,  de la hiperactiva Monika Zgustová, una mujer cosmopolita con cuartel general en Barcelona que es la gran embajadora de Chequia en concreto y las letras eslavas por estas latitudes; igualmente, la estadounidense de origen judeopolaco Eva Hoffman analiza el desarraigo en Una extraña-para-mí, un tema que previamente había llevado a la ficción la única autora polaca en la historia de la literatura española, Aleksandra Lun, en Los palimpsestos. 

Identidades múltiples: Cenizas y fuego. Crónicas de Ryszard Kapuściński, en pleno revival del autor de Un día más con vida; Cuervos, la segunda novela del jovencísimo escritor de raíces búlgaro-sefarditas Daniel Rabal Davidov; Telefónica, la novela de la brigadista internacional austriaca Ilse Barea-Kulcsar, segunda mujer de aquel rebelde que respondía al nombre de Arturo.

Finalmente, si en esta retrospectiva invocamos a un visionario como Serguéi M. Eisenstein, les debemos un avance de 2020: quédense con los nombres de tres poetas todoterreno: el ucraniano afincado en Estados Unidos Ilya Kaminsky; el polaco, pero de raíces lituanas Jan Polkowski y la autora gallega que nos narró las guerras mundiales y la Revolución Rusa, Sofía Casanova-Lutosławska.

Amelia Serraller Calvo es docente y traductora técnica y literaria del polaco, el inglés y el ruso. Profesora asociada de la Universidad Francisco de Vitoria y colaboradora del Área de Filología Eslava en la Universidad Complutense, trabajó previamente como lectora en el Departamento de Iberística de la Universidad de Breslavia, así como profesora asociada en la Universidad Alfonso X el Sabio. En 2015 defendió su tesis doctoral "¿Literatura o periodismo? La recepción de la obra de Ryszard Kapuściński", premiada con el 1er Premio Embajador de Polonia en Humanidades. Es autora del ensayo “Cenizas y fuego: crónicas de Ryszard Kapuściński” (Ediciones Amargord), del libro de relatos sobre la pandemia "Réquiem y marmitako" (Eds. Facta) y de la edición crítica de "Fugaces", poemario de Sofía Casanova-Lutosławska (Edit. Torremozas), así como de la Antología de las crónicas "De guerra, Revolución y otros artículos", también de Sofía Casanova (La Umbría y Solana, coeditado con Los libros de FronteraD). Medalla Gloria Artis 2018 por su labor como difusora de la literatura polaca, entre sus autores traducidos figuran los rusos Vladímir Sorokin, Aleksandr Pushkin y Nikolái Chernyshevski, así como los polacos Anna Augustyniak, Józef Wittlin, Marcin Kurek y Piotr Bednarski.

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