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BrújulaLos irmandiños en la historia medieval gallega

Los irmandiños en la historia medieval gallega

No soy un entusiasta de lo que llaman novela histórica, un término impreciso y genérico –elástico, lo ha llamado algún crítico–, es decir, que habla de muchas cosas y muy diferentes. Aún así he leído literatura histórica y me he encontrado con dos tipos de narraciones, la primera aquella que es primordialmente una novela y secundariamente historia. Es decir, son novelas que más que hablar del pasado lo que hace su autor es reflexionar sobre el presente y, a veces, sobre sí mismo. Umberto Eco dice de ellas que transcurren con cierto telón de fondo histórico, es decir que la época no era más que un pretexto para colocar una historia. Dos ejemplos que me han gustado especialmente: Las memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, donde la autora reflexiona sobre la escritura y recrea una forma de ver el mundo, y José y sus hermanos, de Thomas Mann, que le sirvió al autor alemán para protestar contra la política de su tiempo y para poner de manifiesto muchas de sus obsesiones.

El otro tipo de novela histórica es la que mantiene cierta fidelidad a una época, es decir lo que transcurre en un escenario proporcionado por el ensayo histórico, y trata de narrar lo que sucedió de verdad mezclándolo con lo que pudo ocurrir, siempre que esto último sea verosímil. Se trata, decía Borges, de “encontrar un equilibrio entre lo simbólicamente verdadero y lo históricamente exacto”. Un equilibrio que pasa, por dos cuestiones que especialmente valoro cuando leo una novela histórica: la primera se refiere a que los personajes se muevan motivados por razones que deben ser creíbles, y la otra que lo que se cuenta sobre la vida cotidiana en la que trascurre la historia no devalúe el argumento de la novela, es decir que lo ficticio no quede sepultado por una excesiva documentación de la época que el autor cree que tiene que poner para hacer más verosímil lo que cuenta. Matilde Asensi decía en una entrevista que cuando escribía una novela de este tipo intenta “ser siempre fiel a la Historia y llevar adelante un trabajo exhaustivo de investigación sobre el tema” que va a tratar. “Una vez que tengo todo lo necesario aprovecho esos huecos, poco documentados, donde puedo hacer volar mi imaginación y crear, donde hay poca o mala información doy peso a la ficción”, añadía.

De este último tipo de novela histórica es Gorriones y halcones. El viento en la piedra, de Carmen Blanco Sanjurjo, publicado por Ediciones del Viento. El libro cuenta los prolegómenos de uno de los episodios históricos más conocidos de la sociedad gallega: la revuelta de los irmandiños, que discurre entre 1467 y 1469. La revuelta tuvo un carácter anti señorial y estuvo protagonizada por campesinos, gentes del mar, burgueses y parte de la iglesia, que se habían levantado contra el desorden suscitado por los grandes señores y sus constantes desmanes y agravios, sobre todo el continuo aumento de impuestos, y contra una violencia física desaforada, que no respetaba los viejos usos y costumbres. Los revolucionarios, que nunca tuvieron entre sus objetivos derrocar el sistema social, tomaron el poder después de atacar las grandes fortalezas nobiliarias y pronto impusieron “una justicia justa” que habría de garantizar la paz y la seguridad. En 1469, dos años más tarde, la nobleza, ayudada por la Corona, retoma el poder tras derrotar militarmente a los irmandiños, y da por finalizada una casi revolución. Constituyó, sin duda, el único acontecimiento de ruptura que se produjo en Galicia a lo largo de su historia –“nuestra Revolución Francesa”, dice el historiador Carlos Barros–, un hecho fundamental cuya principal consecuencia fue, por un lado, una ruptura con lo que le precedía y, por otro, la entrada en la modernidad del viejo reino con sus luces, pero también con sus sombras. Nada fue igual a partir de entonces.

 

El libro de Carmen Blanco (Ferrol, Galicia, 1963) cuenta los prolegómenos que llevaron a la rebelión de 1467 y lo hace a través de una infinidad de personajes, reales unos (supone una gran ayuda para el lector la guía de personajes y los árboles genealógicos de las grandes familias gallegas que se plasman gráficamente al inicio), otros inventados (que pululan por un vasto y, a veces, asombroso mural que mezcla sucesos históricos, y de ficción, que nunca es mentira y tampoco es verdad), y lo hace sin que parezca un escenario de cartón piedra, sino, por el contrario, con coherencia y verosimilitud, sin manipular el pasado, o por lo menos sin manipularlo demasiado cuando la trama narrativa lo requiere. Blanco pinta una espléndida recreación de la segunda mitad del siglo XV gallego, donde se entrelazan odios, enamoramientos y traiciones que cautivan al lector desde el primer momento, y donde aparecen personajes como Pedro Álvarez Sotomayor (el legendario Pedro Madruga), Rodrigo de Luna, el rey Enrique IV, Diego de Lemos, Mayor de Ulloa, y otros que con el tiempo serán los cabecillas irmandiños (por cierto es un término que se aplica solamente desde el siglo XIX) como Xoan Blanco, Xoan Domínguez de Linares, y Alonso de Lanzós, entre otros, personajes que se cruzan y entrecruzan en esta historia  con la que la autora nos da a conocer un friso de la vida gallega del siglo XV, un fresco que han exigido un  previo trabajo de investigación y documentación histórica digna de mención. Gorriones y halcones es el primer volumen de la trilogía que Blanco planea escribir sobre la época de la guerra de los irmandiños.

Muy brevemente me gustaría mencionar otra cuestión que tiene que ver con los historiadores: la novela histórica y el cuestionamiento de la historia. Son muchos los profesionales de la Historia, del ensayo histórico, que se han preguntado la razón del éxito de este tipo de novela. El misterio que supone la gran cantidad de ficciones con referencias históricas que llegan a las librerías. Para algunos teóricos, entre ellos varios historiadores, la razón del éxito de la novela histórica es consecuencia de una pérdida de credibilidad de la historia: del “descrédito de la realidad”, que dice un amigo, amén de poeta. La novela histórica se presenta como una alternativa a la historia, una reescritura de lo ocurrido. Luis Veres señala textualmente: “La novela histórica se presenta como un discurso histórico semejante a la Historia, un discurso de verdad, un discurso que pretende una versión lo más fidedigna posible de los procesos, acontecimientos o personajes de pasado histórico que, a causa de su naturaleza ficcional, resulta más legítimo y mas creíble que la desacredita historia en medio de la deslegitimación postmoderna”. Lo que se está diciendo este doctor en Filología, en definitiva, es que hoy en día el discurso histórico no es más verídico que el discurso novelístico. Frente a esto la comunidad científica suele mirar con cierto menosprecio a la literatura, acusando a los novelistas de mentir o engañar o, como decía José Ortega y Gasset en una de sus obras, la novela histórica no deja al lector soñar tranquilo la novela, ni pensar rigurosamente la historia. Pienso que la ficción nunca es mentira, ya lo he dicho. Es verdad que hay oportunistas que utilizan informaciones históricas no contrastadas, pero también hay algunos historiadores, y me viene a la memoria los que se encuentran detrás de ciertas teorías revisionistas, que también tergiversan la realidad. No estoy defendiendo a la novela histórica, pero creo que toda novela, toda buena novela, es en cierto modo un ensayo histórico, las dos tienen las mismas fuentes y como señaló en su momento la premio Nobel de Literatura Doris Lessing las dos son dos ramas de la memoria.

Carmen Blanco Sanjurjo, Gorriones y halcones. El viento en la piedra, Ediciones del Viento, 2024.

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