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Frontera DigitalLos que se echaron al monte

Los que se echaron al monte

Echarse al monte para preservar la libertad es una tradición paleohispánica y paleohispanoamericana. La historia comenzó con Viriato en la Sierra de la Estrella y alcanzó su cenit hace ya más de dos siglos años con la francesada.

Como resultado de esa manera de combatir durante la guerra de la independencia, surgió un préstamo lexicográfico del español a muchas lenguas del mundo: la “guerrilla”. Las guerras carlistas, la guerra civil y la posguerra también fueron testigos de esta forma de hacer la guerra “echándose al monte”. Podríamos concluir diciendo que echarse al monte, al igual que el exilio, es una categoría española. El título de este artículo glosa el de un libro de Isidro Cicero acerca de los guerrilleros republicanos de las montañas cántabras, mal llamados en tantas ocasiones “maquis”.

En América los españoles denominaron cimarrones a los esclavos negros fugitivos que buscaron una vida en libertad en lugares apartados en las selvas y en las montañas, lo que dio precisamente nombre a los fugitivos, los que se habían escapado a las cimas, con una metáfora análoga a la de las reses cerriles o cerreras, aquellas que se habían escapado a los cerros. La mayor concentración de cimarrones se dio en el Perú y en la isla de Cuba, donde aún existen comunidades de cimarrones como la de Viñales.

En América las comunidades de cimarrones recibieron dos nombres principalmente: palenque y quilombo. Un palenque fue originalmente, como su nombre indica, un terreno cercado por una empalizada o estacada para celebrar actos solemnes. Quilombo tiene un origen africano, kimbundu, tal vez procedente del norte de la actual Angola. Como nos informa el DRAE, la palabra quilombo, que en Venezuela vale por “lugar apartado y de difícil acceso”, suele significar en muchos países iberoamericanos “lío, barullo, gresca, desorden”; en Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay se ha especializado aún más y es sinónimo de prostíbulo. Tal vez la expresión “merienda de negros” proceda de la noción de que una aglomeración de tantos negros necesariamente tenía que ser la anarquía en estado puro. Sin embargo, el quilombo más conocido, “El Quilombo de los Palmares”, enclavado en las posesiones brasileñas de Portugal, llegó a tener una población de cerca de 15.000 esclavos huidos y se mantuvo independiente durante la mayor parte del siglo XVII, por lo que debió tener una organización administrativa y política nada desdeñable.

La palabra cimarrón pasó al inglés como maroon  o maroonage, pues los ingleses entraron en contacto con los cimarrones muy pronto. Sir Francis Drake reclutó cimarrones para sus expediciones y cuando los ingleses se apoderaron de Jamaica se encontraron con vigorosas comunidades de estos fugitivos en las tierras altas del interior de la isla. Los principales enemigos de los cimarrones fueron los rancheadores, bandeirantes o capitanes de bosques contratados por los propietarios de esclavos con la misión de encontrar el rastro de los fugitivos y capturarlos, algo que en portugués de Brasil se denominaba con cruel eufemismo resgatar.

El amor por la libertad del cimarrón, del maroon, tuvo una hermosa y evocadora elegía en el poema de Luis Alberto de Cuenca “Maroon”. Concluiremos este pecio con sus últimos versos:

Enarbolaste la bandera negra de Némesis / Jamás me he sentido tan orgulloso de tu valor / Y en el incendio tropical de la choza / Besar tus labios y encontrar en ellos la pesadilla del maroon.

 

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