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Mientras tantoMacroscopios

Macroscopios


James Yoder, un estudiante de la Universidad de Texas en Austin, ha creado una asombrosa web en la que se registran todos los objetos de procedencia humana que orbitan alrededor de la Tierra. A través de una visualización 3D interactiva y en tiempo real, se nos permite acceder a información detallada sobre cada uno de ellos. Podemos saber si es un satélite, un trozo de cohete o simplemente basura, conocer el apogeo y el perigeo de su órbita —la distancia máxima y mínima a la que pasará de la Tierra—, su altitud en cada instante, su inclinación, su velocidad y el tiempo que tarda en dar una vuelta completa. La web se llama stuffin.space y combina belleza y eficacia a partes iguales, en un espléndido ejemplo de lo que deben ser las cartografías contemporáneas: ámbitos dinámicos y abiertos, en permanente conexión con bases de datos globales, preparados para estar siempre incorporando cambios, capaces ya no solo de representar mundos sino además de contar cómo se transforman.

Ese es el espíritu que también parece impregnar la filosofía de Planet Labs, una start-up californiana creada por ex ingenieros de la NASA que el año pasado puso en órbita 28 de sus diminutos, ligeros y económicos satélites Dove, más pequeños que una caja de zapatos, pero capaces de obtener imágenes con una resolución diez veces superior a la de cualquiera de los carísimos y grandes satélites tradicionales. Cuando acabe 2015, la flota de Palomas habrá aumentado en más de 100, todas ellas moviéndose en una única órbita que permanecerá fija con respecto al sol, con la Tierra girando debajo. De esta forma, cada 24 horas, ese anillo de cámaras será capaz de obtener una nueva foto de todos y cada uno de los lugares del planeta. Analizando mediante software especializado las variaciones en las imágenes podría obtenerse información crucial para entender qué está sucediendo realmente en el mundo y a qué ritmo.

Esta combinación de visión de satélite casi en tiempo real con software de big-data, funciona, en palabras del científico James Crawford, como un macroscopio que nos permite ver —y quizás entender— lo que es demasiado grande y complejo para la percepción humana. De estos nuevos avances en la industria de la visión global, de algunos de sus protagonistas y de su capacidad —o no— para mostrarnos como las economías crecen y decrecen, habla un excelente artículo de Jeff Kearns para la web de Bloomberg. Uno termina su lectura fascinado por el hecho de que la variación del número de coches en los aparcamientos, el aumento o disminución de la iluminación nocturna en zonas del planeta, la densidad de camiones en determinadas fábricas chinas o los cambios constructivos en las cubiertas de un área de Kenia puedan dar tanta información, pero a la vez sospechando que, como todo lo macro, esa radical transparencia global sólo redundará en beneficio de los más ricos y los más poderosos, que no siempre la utilizarán con las mejores intenciones.

En una charla TED de 2014, Will Marshall, uno de los fundadores de Planet Labs, explicaba por qué habían decidido llamar a sus satélites Paloma:

A los satélites se les ponen típicamente nombres de aves, pero siempre de aves de presa, como águila, halcón, cernícalo o cosas así. Los nuestros tienen una misión humanitaria, así que quisimos llamarlos Palomas. […] Nuestro principal objetivo es la democratización del acceso a la información por satélite. ¿Cómo podemos utilizarla para ayudar a la humanidad? […] Lo primero tiene que ser garantizar que todo el mundo pueda llegar a nuestros datos y empoderarse a través de la información que contienen.”

¿Nos lo creemos? Viendo la cantidad de inversión privada que están atrayendo, me temo que no.

Will Marshall con uno de los satélites Dove. Foto: Steve Jurvetson

 

 

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