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Mad men


 

Al parecer, Rodrigo Rato ha pasado unos días en un centro de retiro espiritual budista. La vorágine offshore (y otras vorágines) suele llevar a sus protagonistas a acudir a este recurso. Es el mismo motivo que llevó a los Beatles a visitar al Maharishi en la India. Leí una vez que Carmina Ordóñez, hija y esposa y madre de toreros, viajaba con frecuencia a Marruecos a irrigarse tras los excesos rocieros. Yo me he acordado en este punto de Don Draper en su retiro particular y ese final de sonrisa de Gioconda en que todo vuelve a empezar. Mario Conde también estuvo fuera, de donde volvió tras abrazar, incluso difundir, las enseñanzas orientales. Jordi Pujol corrió simplemente al sosiego del pirineo de Queralbs porque no ha debido de tener mayor necesidad. Llega un momento en la carrera de las estrellas del rock en el que se ven abocadas al recogimiento, o a su forma pública, casi cumpliendo un plan establecido: la desintoxicación. El señor Rato de retiro, «Ratiro» (perdón), viene a corroborar la costumbre de irrigarse (y de paso quizá prepararse para una reclusión obligatoria), en este caso la ambición, que con frecuencia deja los conductos de nuevo libres para seguir triunfando. Uno no puede saber que les dirá ese silencio. El sentimiento de culpa por sus propios actos (¿no es la culpa el impulso de esa búsqueda interior?) presentándosele ahí delante para hablarles cara a cara. Sociedades y empresas poniéndoseles onshore en la intimidad para reconocerse. Pero, ¿qué se puede lograr con esto si fueron ellos mismos, conscientes y conocedores, quienes las pusieron en off? ¿Podría una estrella del rock, una literal, resistirse a recuperar los mejores años de juventud, los de los grandes éxitos, si se le ofreciera la oportunidad? Desde luego no lo parece en estos rockeros de último cuño, rockeros empresarios, políticos o sindicalistas que no han acudido (los que lo han hecho) voluntariamente a ver al Maharishi como los Beatles sino que ha sido el Maharishi (con tricornio) quien les ha ido a visitar a ellos. Yo no puedo evitar verles al final, tras el retiro, con esa sonrisa enigmática y radiante de Don Draper al ocurrírsele en plena meditación aquel anuncio de Coca Cola.

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