Ha dado en el clavo. Como dejó cantado el gran Coppini, no son buenos tiempos para la lírica pero, aún en contextos difíciles como el que acecha al periodismo, de vez en cuando el mercado se sorprende con una tonada que llama la atención. Cristina Rodríguez-Roca, directora de Madrid Comestible, acaba de poner en circulación algo más que una revista.
Madrid también se come
Cristina Roca, directora de Madrid Comestible en Pipa&Co.
Imagen Nuria Blanco.
Ha dado en el clavo. Como dejó cantado el gran Coppini, no son buenos tiempos para la lírica pero, aún en contextos difíciles como el que acecha al periodismo, de vez en cuando el mercado se sorprende con una tonada que llama la atención. Cristina Rodríguez-Roca, directora de Madrid Comestible, acaba de poner en circulación algo más que una revista. Sin experiencia en el ámbito periodístico pero con bagaje editorial esta traductora, aficionada al campo y la buena mesa, ha apostado por un sueño: su propia publicación. Con el número dos recién estrenado, Cristina Roca, quien ha suprimido el Rodríguez para no alargar en exceso los títulos de crédito, ha retado al periodismo y ha sorprendido en el sector gastronómico encontrando un verdadero nicho de mercado. Su publicación tiene bonito hasta el nombre, Madrid Comestible, un proyecto en el que lo relevante es hacer visible lo invisible.
Con un escogido grupo de colaboradores, un aparentemente sencillo diseño, un papel atractivo y unas imágenes que reflejan la cotidianidad gestada en torno a la bebida y la alimentación, la revista Madrid Comestible tenía todas las de ganar. Trimestral y gratuita (ver puntos de distribución o descargar pdf) se centra en la Comunidad de Madrid, en su red de productores, el patrimonio rural que generan y el turismo de proximidad.
¡Madrid es mucho más que asfalto!, parecen gritar sus páginas. Y es que cuando hemos olvidado la sencillez y a penas comprendemos las preocupaciones de las gentes del campo, cuando nos dejamos seducir por decorados artificiales de explosiones coloristas que fingen naturaleza y campo, y cuando centramos el ocio en lo urbano y la conversación no pasa del local de moda, el último chascarrillo (o broncazo) a concursantes gastrotelevisivos, las ochenta páginas de esta modesta publicación vienen a recordarnos la mágica simplicidad de la naturaleza y lo que ofrece.
Como consumidores estamos bombardeados de opciones y productos pero la inmensa mayoría nos conducen a la misma caja. Es cierto que los pequeños agricultores, los responsables de pequeñas producciones, siempre han tenido quien les escriba. No han sido muchos, y no son ni han sido muy famosos, pero han conseguido colarse en informaciones y a su vera han crecido publicaciones menores casi siempre de carácter profesional o centradas en intereses propios. Algunos de ellos, los más afortunados, han llamado la atención de medios especializados, revistas de alta gama en las que se mostraban alimentos escogidos en función de modas alimenticias, de su calidad, su cultivo ecológico, proceso artesanal o, simplemente, debido a su singularidad o recuperación. Pero eran flor de un día. Y sin marketing o comunicación la cosa no pasaba de un mero impacto de dudoso alcance en un periodo de historia periodística en el que cifras de lectores y tiradas no dejan de mermar.
El caso es que lo que hasta ahora se escapaba de ese circuito tradicional editorial, y lo que demandaba buena parte del público (entre el que me incluyo), eran las pequeñas historias, los otros protagonistas, las gentes comunes, los pequeños empresarios del sector agroalimentario que también construyen España, concentradas en una sola publicación enfocada, además, al gran público. Una publicación cercana, enfocada a los consumidores que acuden, en mayor o menor medida, a comprar ese queso de la sierra de Madrid, una mermelada casera procedente de cultivos ecológicos o la nueva cerveza artesanal con agüita de río (permítanme la broma y no se lo tomen a mal).
Con Madrid Comestible los madrileños estamos de suerte. Con esta publicación gratuita se cumplen varios objetivos. El primero, recompensar a su artífice que con tanto ahínco ha luchado para sacar adelante estas páginas. Los restantes pasan por visibilizar productores y productos del entorno de la Comunidad de Madrid, potenciar su comercio apostando por lo local, ofrecer información y mostrar esos otros protagonistas para que no nos perdamos la riqueza que nos rodea, y para que no malgastemos el tiempo en busca del paté de ciervo ibérico, huevos de gallinas libres o el inigualable tomate Moruno de Villa de El Pardo que desde una muestra o mercado local o la mismísima mesa del restaurante Viridiana está diciendo, ¡cómeme!
Cristina Roca es una valiente a la que espero le quede un gran recorrido. Entre sus proyectos futuros más inmediatos se encuentran la elaboración del próximo número, un número especial de cara al invierno y una tienda en la cual Madrid Comestible transforme páginas y letras en productos de consumo local. Una tienda “en la que encontrar esos productos de los que hablamos cada tres meses en la revista”. ¿Un Madrid Comestible entre paredes? “Desde luego y al alcance de todos”, asegura la aventurera editora. La idea seduce porque somos muchos los que deseamos acercarnos desde la ciudad al campo pero no siempre podemos. Y aún pudiendo, no siempre damos con ese capricho artesanal del que tanto hemos oído hablar.