Marca Españññña

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Que nos imputan a una infanta, malo para la marca España. Que nos estalla un escándalo de corrupción en el partido del Gobierno, malo para la marca España. Que Cataluña quiere poner tierra de por medio, malo para la marca España. Y así, últimamente, con todo. Que no exagero. Que he visto ya matrimonios estables que prefieren divorciarse a discutir porque puede perjudicar a la marca España. Pero yo, que soy poco de marketing y menos de países, todavía no entiendo qué es eso de la marca España. Pensé que era un invento de algunos empresarios, para buscar promoción gratis con el dinero del Estado. Por eso, pensé yo, malpensada que es una, que habían puesto a un directivo de los zaras con el cargazo de alto comisionado del Gobierno para la marca España, que se lo imagina una despachando en la ONU y rescatando a refugiados. Pero que, imagino, estará más bien haciendo cuentas en su despacho.

 

Como soy muy atrevida, he hecho lo que algunos llaman periodismo de investigación para averiguar más sobre la marca España. Me he metido en la web que el Gobierno creó y he pinchado donde ponía ¿qué es la marca España? Sí, soy astuta y capaz de enlazar ideas y conceptos, lo sé. Pues bien, ahí leo que esto consiste en “mejorar la imagen de nuestro país, tanto en el interior como más allá de nuestras fronteras, en beneficio del bien común”.

 

¡En beneficio del bien común! Toma ya. Así que esto no es algo para que las empresas españolas exporten más y construyan aves en países tiránicos donde algunos pillan ciento volando, sino para que ganemos todos. Que últimamente el bien común lo tenemos un tanto descuidado. Por eso se preocupan tanto los ministros por la marca España, porque lo malo para la marca España es lo malo para el bien común. Y ya sabemos todos que nuestros políticos llevan muchos años pensando en el bien común. Por eso tenemos ministros que cuando escuchan que hay infantas imputadas lo primero que piensan es en mí y en nosotros, en cómo nos afecta que una señora se pueda someter a un procedimiento judicial como cualquier hijo de vecino (de vecino supuestamente corrupto, claro, que no vale solo con hacer ruido viendo los trampolines con la tele puesta para sordos). O con los papeles de ese señor Bárcenas que era uno de los suyos y que ahora es uno de los nuestros porque lo que ha hecho no afecta al Partido Popular y a sus miembros, que van sobrados (perdón, no he podido evitarlo, me lo he puesto como le ponen los osos al rey), sino a la marca España, que es el bien común.

 

A mí, repito, que de marketing sé poco, tirando a nada, como de casi todo, esto de la marca España me convence a medias. Que si funciona, pues muy bien. Que si vendemos más jamón en China, pues estupendo. Que si por fin podemos exportar aceite a Estados Unidos sin decir que es italiano, pues miel sobre hojuelas. Pero que si al final vamos a usarlo como una coletilla, para que los mismos de siempre se sacudan las preguntas que son de verdad por el bien común, pues que me gusta menos. Que como nos despistemos van a acabar algunos diciendo que los parados no hagan cola en el paro porque afecta a la marca España; que los suicidados dejen de suicidarse y que los desahuciados piensen un poco en el bien común y salgan sonriendo de sus casas, que puede haber una cámara de la CNN en cualquier esquina y resultar fatal para la marca España.

 

Aunque me pregunto qué pensarán por ahí fuera cuando escuchan a nuestros dirigentes explicarlo todo con ese concepto genérico de la marca España. Digo yo que también afectará a la marca España la estupidez y la cobardía que a algunos se les intuye en la cara y que se confirma en cuanto abren la boca. Y que para eso, si nos imputan hijas de reyes o nos financian partidos o nos roban los banqueros, que mejor recurrir al “Spain is different”. Que es más cañí, más chulo, más español. Más marca España como siempre ha sido y siempre, me temo, será.