Más municipalidad

0
284

...hace falta más municipalidad, mucha municipalidad bien provista de nepotismo (seguro que quedan más Maestres por ubicar), que es la mejor manera de ser feliz (pero sin pasarse, como en Cataluña, donde están a punto de despegar)...

 

Yo no he encontrado un mundo más feliz que el de los ayuntamientos. La localidad debe de ser la felicidad intrínseca. Leí hace unos días que, en Madrid, los músicos callejeros ya no van a tener que presentarse al casting de Botella. Ahora sólo hace falta presentar el currículum, lo cual puede significar que no actúe nadie o todo lo contrario. Pero yo apuesto por mucho más. ¿No aprecian ustedes diferente el aire de la calle? A mí me da que es el aire de la libertad. Se ha empezado por abolir los castings para actuar en la plaza pública e igual se acaba también por abolir la democracia por medio de la democracia. Que la democracia se pueda devorar a sí misma no puede estar muy lejos a fuerza de que los gobiernos municipales practiquen el “ikebana” mientras, en Madrid, Rita Maestre habla mucho con la “s” como si nunca hubiera enseñado una teta a nadie. La municipalidad de Madrid, la municipalidad en general (no así la de Cataluña donde han trascendido del municipio al planeta), tiene esas cosas: se puede dejar correr casi todo y llamar la atención colocando flores y plantas en las macetas, que es una actividad muy relajante y estética. Pero aún así hace falta más municipalidad, mucha municipalidad bien provista de nepotismo (seguro que quedan más Maestres por ubicar), que es la mejor manera de ser feliz (pero sin pasarse, como en Cataluña, donde están a punto de despegar). La municipalidad tiene una acción analgésica y calmante. ¿Tiene usted una dolencia física?, pues acuda a la información local y allí encontrará paliativos. Si le preocupa algo o se siente usted decaído siempre habrá concejal o, mejor, idea de concejal que pueda servirle de consuelo, incluso de curación. El otro día, a la entrada de Madrid, hasta vi el cartel con las gafas y los ojos de Carmena observándome como los del Dr. T. J. Eckleburg. Yo mismo he necesitado buenas dosis de municipalidad y, de momento, no tengo queja.