Matar a Faulkner

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Tan sólo unas pocas líneas esta vez para manifestar, de forma breve y concisa, que considero de la mayor importancia matar de una vez a Faulkner.

 

Faulkner siempre ha sido uno de mis autores favoritos, y jamás olvidaré el impacto que me produjeron sus novelas cuando tenía diecisiete o dieciocho años. Era aquella una época de descubrimientos. Joyce, Broch, Proust, Musil, Lezama, Cortázar, Borges, Nabokov. Fue sobre todo Borges y Nabokov para mí, pero Faulkner también era una de mis bestias sagradas.

 

Sin embargo, el influjo de Faulkner ha sido nefasto en nuestras letras. No puede decirse que haya sido tan pernicioso en las letras hispanoamericanas. Obras tan profundamente distintas como las de García Márquez, Vargas Llosa, Onetti, Juan Rulfo, han respondido cada una a su manera al peculiar embrujo de Faulkner. Cada uno de estos autores aprendió algo distinto del gran maestro americano, y la prueba está en que sus obras no se parecen en nada entre sí. ¿Sería posible imaginar dos novelistas más distintos que García Márquez y Onetti, por ejemplo? Sin embargo, el influjo de Faulkner es en ambos indudable.

 

Pero aquello ya estuvo, como dicen en Puerto Rico. La vida sigue. La vida no se termina en Faulkner. Ya, ya sé que están ustedes pensando en Juan Benet. Pero Juan Benet, lamento decirlo, no puede ni compararse con los autores citados. Una relectura de esas novelas de Benet que antes yo estaba convencido de que me gustaban, me ha dejado francamente perplejo. ¿Esto es escribir bien? Yo no lo creo.

 

Faulkner era un milagro en las letras americanas, llenas de experiencia, de amplitud de espacio y de polvo de los caminos. En nuestras letras, con su sólida y antipática tradición de prosa moralista y conceptuosa, la influencia de Faulkner ha sido desastrosa porque lo que aquí se ha imitado es un estilo, no una experiencia vital. Y lo último que necesitaba la prosa novelística española era más barroco, más exceso verbal, más «fermosa cobertura» de palabras para enmascarar nuestra congénita dificultad de mirar.

 

La compra reciente de varias novelas españolas saludadas por la crítica como obras maestras me demuestra (si es que hiciera falta demostración) que el caso Faulkner todavía no ha sido resuelto, y que el maligno influjo faulkneriano sigue siendo la explicación y la excusa perfecta para perpetrar todo tipo de coñazos y de tostones.

 

La literatura no se divide en una literatura comercial y muy mala que todo el mundo lee y otra muy exquisita y «literaria» que a nadie le interesa. Esa literatura tan buena que nadie quiere leer porque es «difícil» y «exigente» con el lector, en realidad no es buena en absoluto. Es mala, tediosa, aburrida, insoportable.

 

Considero que Carlos Ruiz Zafón es un escritor muy malo. Sus libros no me gustan nada. Pero me gustan mucho más que esos tostones horrorosos que ciertos críticos siguen caracterizando como la «verdadera» literatura.

 

 

 

Madrid, 1961. Escritor. Estudió Filología Española en la Universidad Autónoma de Madrid y piano en el conservatorio. Fue pianista de jazz y profesor de español. Vivió en Nueva York durante unos cuantos años y en la actualidad reside en Madrid con su mujer y sus dos hijos. Es autor de las novelas La música del mundo, El mundo en la Era de Varick, La sombra del pajaro lira, El parque prohibido y Memorias de un hombre de madera y del libro de cuentos El perfume del cardamomo. Ganó el premio Bartolomé March por su labor como crítico literario. Ha sido además crítico de música clásica del diario ABC, en cuyo suplemento cultural escribe desde hace varios años su columna Comunicados de la tortuga celeste. Su ópera Dulcinea se estrenó en el Teatro Real en 2006. Acaba de terminar una novela titulada La lluvia de los inocentes.

5 COMENTARIOS

  1. Pero hombre, Andrés, como

    Pero hombre, Andrés, como estoy de acuerdo completamente con lo que dices en tu post, permíteme disentir del título. A quien hay que matar no es a Faulkner, sino a todo aquel que se sienta epígono y, lo que es peor, perpetre sus epigonías y, lo que más pior (Cantinflas dixit!), nos las quiera inferir. Y en lo que reflexionas acerca de Benet, qué decirte sino que te van a crucificar. Pero tú tranquilo y hazme caso a mí, que siempre he sostenido: «Ladran, luego son perros».

    • Tienes razón, por supuesto,

      Tienes razón, por supuesto, yo mismo digo que siempre me ha gustado Faulkner y que me sigue gustando. Sobre mi posible crucifixión por meterme con Benet, sinceramente no lo creo. Primero porque no hay nada personal ni (creo) insultante ni ofensivo en mis opiniones. Segundo, porque creo que este pensamiento está bastante extendido. He oído a varios grandes admiradores de Benet, por ejemplo, afirmar que lo mejor de Benet es Madrid alrededor de 1950, un librito absolutamente maravilloso que está escrito en un estilo infinitamente más humano que la prosa marmórea de las novelas. Yo también estoy de acuerdo que este pequeño librito de memorias es una maravilla. Pero decir que es «lo mejor» de Benet, como hacían estos supuestos admiradores, es en realidad decir que Benet no les gusta. Pero el problema no es Benet, que es un autor clásico que está en la historia de la novela española y que ocupa un lugar muy respetable que yo no pretendo quitarle. El problema es que esa estética, esa estética cuyas raíces están en los años 20 y 30 del siglo XX, ese ideal modernista, siga todavía emponzoñando la apreciación literaria.

      • Yo sólo he leído una novela

        Yo sólo he leído una novela de Benet, El aire de un crimen. Me pareció la novela de un escritor incapaz, increíblemente mala. Pero uno no es ajeno a las opiniones de los demás y ante los elogios de otros pensaba que en realidad no había acertado con su mejor novela, o que no la había sabido leer, o qué sé yo. Al parecer no se trataba de una apreciación errónea por mi parte. En cuanto a Ruiz Zafón, no lo he leído, y mi rechazo a leerlo se basaba en una intuición.

        He hojeado por encima otras novelas de Benet y siempre me dio la impresión de encontrarme ante algo deambulatorio y carente de interés, de modo que no creo que Andrés deba preocuparse ante la reacción de los benetianos. Basta con ver que pasan los años y su recepción entre los lectores sigue oscilando entre el rechazo y la indiferencia. Se sabe que era ingeniero de caminos, que se casó con Blanca Andréu, y este tipo de cosas, pero no conozco a un solo defensor de su obra.

  2. Hola, Andrés. Una pregunta,

    Hola, Andrés. Una pregunta, quizá retórica: ¿por qué no te importa contar que Carlos Ruiz Zafón es un escritor muy malo y en cambio no indicas el título de las «novelas españolas saludadas por la crítica como obras maestras» que te parecen un tostón?

  3. Esta entrada me recuerda

    Esta entrada me recuerda mucho a una entrevista que le hizo el simpar De Prada al entonces aún no académico Pérez-Reverte, sólo que este ponía a caer de un burro a Benet (y a Faulkner) con su tabernaria chulería e Ibáñez ya sabemos que no bebe ni va de putas. Claro que hay literaturas más allá de la comercial y la faulkneriana. Y también debería haber críticos y reseñistas, esos lectores privilegiados, que leyeran más allá de Ruiz Zafón y Faulkner. Y aprovechar sus espacios, que no están al alcance de todos, para hablar de esos libros, de esos enfoques. No para llorar porque nadie les quiere publicar (pero publican, qué curioso…) ni para matar a Benet o a Faulkner, que ya llevan muchos años bajo tierra. 

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