La muerte de Sánchez-Dragó nos pilló desprevenidos, convencidos todos de su carácter inmortal y una vitalidad contagiosa que hacía muy agradable su trato. Más bocachancla que reaccionario, era un placer hablar con él de libros; tema que en el fondo era en lo único en lo que creía pasados los 80 años. Cito el nombre, porque en la entrevista que le hice se quejó un poco por su pareja – señal de que se querían- que no había salido “atractivo” en la foto que tuve que tomarle.
Se cambió, no hubo problema, y Dragó fue lo suficientemente noble para pedir esto jugueteando además con la inquisición. He aquí alguien que iba por delante, sin necesidad de subterfugios, sabiendo además que habría más estampas donde él saldría mejor. Esta forma de ser, propia de alguien fuera de mascarada (fue un bocazas toda su vida), contrasta mucho con lo habitual en prensa que es “dar un toque” contra el periodista utilizando a los superiores.
Era más guapo que medio 15M
Son los criados en el franquismo sociológico y que a falta de valor preferían valerse de los superiores. Quiero decir a favor de estos últimos que la mayoría me han sabido proteger; eran demasiado mezquinos esos ataques y casi siempre iban en detrimento de las personas que los hacían. Aprovecharse del “vds. no saben con quién está hablando” para cercenar una opinión, acallar una voz, es tan reaccionario, tan numerarios del Opus actuando en las sombras como el “fantasma que camina”, que esos intentos de asesinatos intelectuales acababan con el suicidio asistido de quién los empezaba.
«¿Me llamaban?»
Porque todos, empezando por los jefes, sabían que serían los próximos en ser denunciados: sin talento, solo la queja sirve de escalera social. Dragó lo tenía, y ahí está ese correo donde me decía “no salgo del todo favorecido”; pura ternura en hipertexto.