Es triste pedir, pero más triste es despedirse.
Se acerca el 11/11/11 (este año no bisiesto, más bien binario) y vuelve la fiebre del oro, como en la época del rey Midas: «Mi das un cupón para el viernes». Y a esperar que toque ¿es que no tenemos suficiente? Insaciables, todos queremos más y más; limosneando esa mendicina que cure nuestros males. Como decía la canción: «Tres cosas hay en la vida, salud, dinero y el Boss», aunque yo nunca he sido muy fan de Springsteen.
Ojalá toque la lotería, eso sí es una buena mano, mucho mejor que una escalera de color. Aunque para los que no tengan tanta suerte les puede servir únicamente con un dedo, el de San Nepomuceno ¡mano de santo para ‘Los Bingueros’! Unos buenos fajos para tapar unos agujeros o tapar algunas bocas.
Todo el día pidiendo de más y no nos damos cuenta de que nuestro triunfo es la caída del prójimo. Es la cultura de subvencionados o subvencidos. Esta semana hice el test de afinidad política y una de las preguntas me dejó patidifuso o semifuso: los padres con hijos en escuelas privadas deben tener un descuento en sus impuestos. Y ya puestos ¿por qué no subvencionar los yates o las clases de hípica?
En fin, antes de seguir pidiendo parémonos un momento y veamos que los hay que están peor. Que con dos que se quieran, uno que coma pasta.
Y no nos engañemos, el dinero da la facilidad.