Normalmente asociamos ganar con triunfo, trofeos, aplausos, fotos, alegría, palmadas en la espalda, etcétera. Hasta este punto, suena agradable y todo mundo quisiera pasar por ese momento, pero hay que analizar y profundizar qué supone el hecho de ganar y ya que esta sección es de ajedrez, el ejemplo que daré es sobre un jugador.
Miedo a ganar
Si le pregunto a cualquier persona a qué le tiene más miedo, si a ganar o a perder, sin duda la mayoría me contestaría que a perder, suena lógico –y lo es–. Cuando una persona tiene unas expectativas y estas, de cumplirse, le pueden producir una grata sensación o un explosión de alegría pone toda su energía en que así sea. Por el contrario, cuando se pierde, cuando no se logra el objetivo, esas expectativas se ven frustradas y produce desazón, tristeza, enojo, etcétera. Llegados a este punto podría ser fácil pensar en que es más lógico tener miedo a perder que ha ganar. En este artículo intentaré explicar por qué se puede llegar a tener miedo a ganar y cómo puede provocar un DESEO de fallar.
Normalmente asociamos ganar con triunfo, trofeos, aplausos, fotos, alegría, palmadas en la espalda, etcétera. Hasta este punto, suena agradable y todo mundo quisiera pasar por ese momento, pero hay que analizar y profundizar qué supone el hecho de ganar y ya que esta sección es de ajedrez, el ejemplo que daré es sobre un jugador.
Imaginemos un chico joven que lleva un par de años jugando torneos de ajedrez por equipos en la selección de su colegio, ha disputado algunos torneos, sus resultados siempre le han colocado en los últimos tableros, en muchas ocasiones, eso tableros bajos le hacen enfrentarse con chicos más jóvenes que él, algunos de ellos niños que les cuesta escribir su nombre. Juega las partidas y, aunque no tiene mucho nivel, sus rivales tienen menos, por lo tanto, suele ganar partidas, muchas de ellas terminan antes de los veinte primeros movimientos o antes de la primera hora de juego. Suena bien. Es el primero en terminar las partidas, el primero en levantarse de la mesa y el primero en notificar al Capitán del equipo: ¡He ganado!
Este mismo chico, con el tiempo va mejorando, aprende a jugar mejor, sigue ganando partidas a rivales más jóvenes. Ya no les gana en veinte movimientos, en algunos casos en quince ya canta el jaque mate. Ya no tarda una hora, sino media hora. Sigue recibiendo palmadas en la espalda del Capitán cuando le dice una vez más: ¡He ganado!
Al año siguiente, esos resultados hacen que empiece a jugar en los tableros de más arriba. Es decir, con rivales más difíciles, de su edad o mayores que él. La primera partida la pierde. Se consola a si mismo diciendo que era la primera vez que juega “tan arriba”, llega la siguiente ronda y vuelve a perder. “Me estoy adaptando”. La cuarta ronda es igual que la tercera, pierde. Sus partidas ya no duran una hora, sino dos o dos y media. Cuando el Capitán le ve firmando la planilla y le pregunta ¿qué tal?. Sufre al decirle que ha vuelto a perder. Siguiente ronda. ¡Gana por fin y lo repite en la siguiente!, pero algo ha cambiado en él. Empieza a entrar en escena una nueva sensación. La del miedo a ganar. ¿Por qué? Cuando ganaba todas las partidas en los tableros inferiores, demostraba que tenía más nivel. Todo era fácil. El hecho de ganar le supuso tener que enfrentarse a otro nivel de responsabilidad: La de ganar sus partidas para que pueda puntuar su equipo, en algunas ocasiones de su partida dependía el resultado del equipo. ¿!Quién me habrá mandado empezar a ganar partidas con lo tranquilo que jugaba!? Puede ocurrir que cada vez que empieza a jugar una partida piense en que ojalá pierda para que lo devuelvan a los tableros bajos, donde se jugaba más tranquilo. Eso es lo que tiene ganar, que detrás de los trofeos, los aplausos de los compañeros, está la aceptación de una mayor responsabilidad y de unas expectativas mayores por parte de sus compañeros de equipo.
Si, el ganar es muy gratificante, pero también hay que estar preparado para ese hecho. Tiene que haber un periodo de adaptación.
Dicho esto, considero que es importante que siempre que haya un aumento de responsabilidades o expectativas, sea esta, muy paulatina, para que el jugador se vaya adaptando y no provoque un efecto rebote. En la práctica recomendaría a cualquier Capitán que lidere un equipo de ajedrez de jóvenes, que sea paciente con las responsabilidades. El sistema nervioso de mucha gente necesita más tiempo para aguantar ciertas tensiones y es mejor ir sin prisa. Tiempo habrá para jugar más arriba, lo importante, lo principal es que la gente se divierta practicando su pasión.
Mikel Menchero Pérez