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Mientras tantoNo juzgarás

No juzgarás

El dueño pálido de la tabaquería   el blog de Ernesto Pérez Zúñiga

 

No saldrás de tu agujero.
Mirarás por la ventana el movimiento de los otros, los que no son perseguidos.
No preguntarás ni por tu padre ni por tu madre y bajarás la cabeza siempre que pases por la plaza para comprar, con vergüenza, los alimentos que comes.
Esa vergüenza, por ser observado y silencioso, será parte de ti hasta el fin de los días.
No habrá miedo ni humillación que no pase por tu corazón de segunda.
Porque eres un ciudadano de segunda, también para siempre, y por tanto tus razonamientos y emociones siempre serán de segunda.
Hay, por supuesto, razones y sentimientos de primera, esos ciudadanos están protegidos, no les toques ni un pelo, hicieron en su momento lo que había que hacer, al menos lo hicieron sus padres y sus madres. Son decentes.
Pero tú pasearás por las afueras de tu pueblo y pisarás un cementerio sin decírselo a nadie.
¿No es así en el fondo la vida? Un cementerio esférico donde sobreviven los más fuertes.
Tú deberías estar contento. No pertenecías a los fuertes y, al menos, has sobrevivido.
A cambio, lo repito, no saldrás de tu agujero.
Cuando el tiempo pase, y todo se vaya olvidando, cuando alguien pueda escucharte sin temor a la cárcel, quizá tengas la tentación de hablar del pasado.
Pero cómo se te ocurre, ciudadano de segunda, lo pasado ya no existe, se esfumó. ¿O es que eres tonto?
Mira a tu alrededor, los hijos de los hijos están tranquilos. Incluso he de confesarte que muchos ciudadanos de segunda han tenido la oportunidad de convertirse en ciudadanos de primera.
Sin embargo, tú insistes en mirar las sombras de tu casa, las sombras que vagan por las calles, y hasta los huesos de las sombras enterrados, no se sabe.
No tienes derecho a perturbar nuestra paz.
Es más, no te asiste el derecho.
Tú verás, atrévete, hazte ilusiones. Estás advertido.
Nuestra fuerza y nuestra verdad tienen aliados de todas clases, de hecho, en todas las clases. Obreros y millonarios. Infierno y Cielo. Ya lo dijo el Señor:
No juzgarás porque serás juzgado.

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