Lo de don Mariano no debe de ser inmovilismo sino evolución que no se aprecia. Con él todo es nuevo aunque huela a naftalina. Esto es lo que despista...
No podría asegurarlo
En realidad no creo haber visto nunca mayor movimiento. Lo de don Mariano no debe de ser inmovilismo sino evolución que no se aprecia. Con él todo es nuevo aunque huela a naftalina. Esto es lo que despista. El presidente no es la mano que mueve las cáscaras de nuez sobre la mesa sino la piedrecita que viaja de una a otra sin que el ojo humano perciba la mudanza, al menos en el momento.
Rajoy es un escapista consumado y lo del plasma es ya algo viejo, primitivo: los inicios de Rajoy. Hemos leído ‘Nastenka’, de Nabokov, y, de salir elegido para la próxima legislatura, acabaremos leyendo ‘Lolita’. El plasma es el cucú tras por el que los españoles, como niños (o como viejos), nos escandalizábamos.
Rajoy es un transgresor, a sus años, que va alborotando a las mentes más modernas sin que ellas lo sepan. Es formalmente una estrella caprichosa de la política que sale por las puertas secundarias, que da plantones y que, a lo mejor, en la intimidad, hasta le gusta la velocidad.
La izquierda casi en comunión, más que una salvedad: su anhelo, lo corrobora; los nacionalistas también. El pueblo que le suspende en su valoración, que lo denigra casi frente al resto de candidatos cierra el círculo de la antipatía.
No es que no haga nada sin más, es que se mueve para remover conciencias. Yo me atrevería a decir que Pablo Iglesias, por su lejanía, es un conservador. A Pablo lo ha atraído y luego lo ha soltado y ahora éste va por ahí diciendo: “Me llamo Hediondo”, como Theon Greyjoy.
A Mas, el apóstata, lo ha desquiciado. Su deriva nacionalista la ha provocado el presidente (con su fábrica de independentistas que conduce lentamente hacia el mar), sordo en las audiencias, despistado en las peticiones. Nunca un no hacer provocó mayores olas.
Rajoy ha cambiado los usos sin cambiarlos cuando parecía todo lo contrario. Yo no he visto a nadie pasar por delante de mi puerta, pero ha pasado. Quizá pueda decir que percibo un leve olor a naftalina, pero no podría asegurarlo.
Ha generado artículos, bromas, impresiones, dudas, análisis, odios, indignaciones… ¡Inmovilista reaccionario! Mariano nos ha engañado a todos y es el líder en todas las encuestas. Un líder underground, un epatante (sin voluntad) de epatantes, con corbata y peinado a raya.
Esto sería una verdadera victoria taimada y silenciosa como sacarse la oposición de Registrador en la larga y constante e inmutable soledad de un cuarto.
Su último número, asombroso, ha sido (va a ser) acudir a un debate a cuatro transmutado en Soraya. Una suerte de magia, una desconsideración, una displicencia calculada y a la vez neroniana que ya, de primeras, deja mudos a sus futuros contertulios como asfixiados de vanguardia. Y de naftalina.