El cielo de la Antártida está formado por cristales de hielo. El sol o la luna, según la hora y el día, lo tallan con distintas luces y sombras. Ajedrez de peces transparentes, en las mañanas de invierno; constelación de piedras de ámbar en cualquier crepúsculo del año.
Los paisajes congelados de la Antártida respiran tras el hielo, como si estuvieran vivos; intentando –quién sabe- transmitirnos algún mensaje.