Para quitarse el sombrero

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                       (Diana Vreeland)

Cuentan las crónicas que Pedro Muñoz-Seca opinaba que gracias al arte y a la soltura con la que manejaba uno el sombrero se adivinaba el señorío o la vulgaridad de las personas. Para Julio Camba este complemento del vestir no era para «poner» sino más bien «para quitar». Es decir, a la vez que te lo colocas hacia adelante tus ojos miran fijamente a aquello que merece ese ¡chapeau! tan francés. «Lo suyo es para quitarse el sombrero’, decimos en España», explica Alfonso Ussía. En estos de tiempos de tribulaciones políticas y tan convulsos parece que vivimos todos en el interior del sombrero de un mago a punto de hacernos el truco del sombrero de copa y ¡voilà!, día sí y día también, un conejo para sorpresa de la audiencia. Veremos con qué nos sorprenden esta semana… ¡qué digo semana! ¡Mañana!

Verano. Tiempo de marchar fuera de las casas (un ratito) cansadas ya de calor y agotadas de toda una temporada de sobresaltos, noticias, incertidumbres varias… Vivamos las vacaciones –o lo que sea que tengamos este año- en paz, bajo cielos sin humos y sin prisas, unos en altas montañas y otros disfrutando del horizonte junto al mar. Centrémonos en el complemento del vestir que de tantas insolaciones y encuentros inoportunos nos saca. Para empezar (¡avisan!) se debe ser consciente a la hora de ir a comprar. No debe ir una a por sombreros y volver con zapatos o cinturones… ¡Las ideas claras! «El placer de elegir vestidos y sombreros en profusión no tiene comparación con la satisfacción de lucirlos entre una multitud que sabe admirar y distinguir lo verdaderamente elegante entre lo raro y vulgar. Otras, sin embargo, se trasladan a su lugar de vacaciones con el solo objeto de seguir luciendo palmito», explica una habitual de estas reuniones. ¡Algunas cenas y fiestas se convierten en verdaderos torneos de elegancia! Las más prácticas consagramos las horas de descanso al deporte, al correo, a la lectura y sobre todo a oxigenarnos bajo los árboles o bajo un buen sombrero de ala ancha dejando volar la imaginación… En Beberse la vida: Ava Gardner en España, Marcos Ordoñez hace un recorrido por la noche madrileña entre artistas y locales de moda que no debe perderse nadie. Entre las numerosas anécdotas no puedo evitar mencionar a Paco Rabal. Entre los habituales, María Asquerino, Amparo Baró, Charo López, Jesús García Dueñas y un largo etcétera. Paco hacía la misma gracia todas las noches: entraba y en vez de quitarse el sombrero se quitaba el peluquín. Esta anécdota puede parecer una frivolidad, pero nada más lejos. Para Paco Rabal fue un ‘traumazo’ -como supongo para la mayoría de nosotros- y sufrió brutalmente por esa calvicie hasta que le encontró el sentido, como a todos aquellos sinsabores que le rodearon toda su vida, y pasó a reírse de ella sin sonrojo.

Como repetimos todos cuantos de tendencias y «lo que viene» escribimos, la moda de este año no trae un único lema. Sin embargo, me advierten, «¡todo no se lleva y el armario del año pasado no sirve para casi nada!». ¡Vaya novedad…! Lo que sí es seguro es que el sombrero se sigue llevando. En verano, por supuesto. Y cuando los primeros frescos del otoño comiencen a dar señales de vida. Sombreros o gorros. Y con sabor histórico: «Gorros a lo Enrique IV o a lo Gengis  Khan o los bonetes inflados que se ciñen alrededor del pelo y dan una silueta a la cabeza más o menos egipcia a lo Nefertiti aportando además una sombra interesante a la mirada (y si, además, sabe quiénes eran y qué hicieron los citados personajes resultará que el sombrero calentará la cabeza que lo valga)»,  escribían en ABC. Y no olviden un buen tocado. El furor de la pluma y el tul así como «el terciopelo contra el pelo, muy socorrido». Otoño es también la época de la caza y aparecen los sombreros marrones, ¡pero no caigan en esa tentación! Ese color sólo uno entre un millón es capaz de defenderlo. Llegarán mejor los colores verdes y los rojos y será la ocasión de no dejarlos pasar de largo «y aunque en vuestra vida hayáis visto volar una perdiz, llevad unas plumillas suyas por alguna parte. Cacéis o no cacéis, los colores de la caza son estupendos en septiembre y en octubre».

Sean optimistas. Ya tendremos tiempo de echar mano de nuestro Panamá para asistir al Open Tenis Madrid, que ojalá se celebre como todos los años, a achicharrarnos al sol en la Caja Mágica. Agotar al dependiente «que amablemente nos muestra sus modelos» mientras nosotras emulamos a Buster Keaton probándonos miles de sombreros como en esa inolvidable escena de El héroe del río. O salir cada mañana a lo Indiana Jones con un magnífico borsalino -«el Rolls-Royce de los sombreros»- a enfrentar con el machete entre los dientes (bajo mascarilla, ¡qué difícil!) el día.