No sé por qué hablan de reinserción cuando esto es todo lo contrario. Esta frase la he oído cientos de veces trabajando en prisiones. La última, Isa, hace unos días. Sin venir a cuento, porque tenía un mal día. Del otro lado de la ventana se oyen cánticos, son las gitanas. Le hago ver la parte buena de la música, del ánimo que produce bailar y cantar en un sitio como ese. No sonríe. Siempre están igual, me dice mirando hacia el suelo.
Isa tiene más o menos mi edad, no sé todavía porque está en prisión pero por su aspecto físico ha conocido las drogas más duras. Es una de esas personas en las que ves posibilidades. No sé nada de ella todavía aparte de lo que muestra en el aula, pero es lista, muy lista y esa, para mí es de las partes más duras de mi trabajo. El ver que muchas pueden, y que si se lo proponen llegarán lejos, cambiando el rumbo de sus vidas. Habla de estudiar, asistente social, me dice. Eso es una carrera y no podrás hacerlo, le contesta su compañera. Es muy caro estudiar, sigue. E Isa lo descarta como opción. Me consuela ver que entre sus cosas hay dos libros. Va, cada semana, a la biblioteca.
A la espera de que se incorporen las demás al aula, retomo esa conversación con ella. Una de las posibilidades que tienen dentro es estudiar. Algunas lo hacen, pero siguen siendo muy pocas. No ven los beneficios de estudiar. Este curso no sirve para nada, me dicen. No me hiere, porque sé que hay algo que siempre les queda, y por ello, sigo en esto. Este curso no me va a dar trabajo, me comenta con voz temblorosa, quizás pensando que me está faltando al respeto. Nada más lejos de la realidad. Este curso te va a dar herramientas para que puedas encontrarlo, pienso, pero no se lo digo porque no lo ven. No ven más que el título del curso. No van más allá. Es una pena.
—Pues nada entonces
—¿Por qué no vas a ir a por ello?
—Porque si vale 5.000 euros, olvídate, ¡más el acceso!
—Aquí dentro puedes hacerlo, tienes el tiempo, el lugar y la oportunidad
—Ya, no, paso
Y con esto se acaba la conversación.
No me canso de animarlas, sé que quizás me escuchen, pero mañana cambiarán de idea y volverán a lo suyo, es decir, nada. Paseos por el patio, pensamientos por la noche que no les dejan dormir, preocupaciones por lo que hay fuera. Viven en un pasado que no llegan a ver que no pueden cambiar. Viven pensando en un futuro que no conocen. Se olvidan del presente, de todo lo que podrían hacer hoy para lograr un futuro distinto a ese pasado del que muchas se culpabilizan día tras día.
Y así al día siguiente, y al otro, y al otro. Paseos por el patio, pensamientos por la noche que les impiden dormir. Viviendo en un pasado irreversible y un futuro incierto, y olvidando las posibilidades del presente. Y ahí lo tienen, delante.
Decía Tagore, si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas.
Pues eso.