Me gustaría proponerles una lista de poemas. No diría yo que son mis poemas «favoritos», ni tampoco los poemas más hermosos del mundo. Son poemas que me gustan mucho y que llevo leyendo muchos años. Permítanme que los anote en el orden en que vayan viniendo a mi memoria o a mis dedos, sin establecer jerarquías. Me gustaría distinguir dos tipos de listas: (a) las ordenadas de mayor a menor o de menor a mayor, (b) las no ordenadas. Esta sería una lista del segundo tipo.
Comencemos:
Spring Pools, de Robert Frost
«La tarde es una inmensa gota gris», de Idea Vilariño
«In my craft or sullen art», de Dylan Thomas
Escuchas estas músicas, de Carlos Edmundo de Ory
Tango del viudo, de Pablo Neruda
Vivencia, de Hugo Von Hofmannsthal
«Hombre mortal mis padres me engendraron», de Lope de Vega
Suave encantamiento, de Macedonio Fernández
Nocturno, de Juan Eduardo Cirlot
«Que bien sé yo la fonte», de San Juan de la Cruz
«La vida hoy tiene ritmo», de Antonio Machado
Nardos, de Delmira Agustini
«A través de una niebla caporal de tabaco», de Rafael Alberti
The Bargain, de Sir Philip Sidney
«Ah, que tú escapes», de José Lezama Lima (le escucho a él recitándolo, su maravilloso acento cubano, espeso y recio, las extrañas, terrosas erres finales en el exceso de celo del caribeño que no quiere dejar sonidos sin pronunciar)
La vida, de Leopoldo María Panero
Heces, de César Vallejo
«Estoy contino en lágrimas bañado» (Soneto XXXVIII), de Garcilaso de la Vega
Contemplación primera, de Sara Pujol
«¿Cuál es la causa, mi Damón, que estando…?». de Francisco de Aldana
Oda II, de Francisco de la Torre
Beautiful Lofty Things, de W. B. Yeats
Sonata («¿Sabes qué te esperaba tras esos pasos del arpa?»), de Álvaro Mutis (tan intenso, tan complejo, tan lleno de voces y de lugares, de sentidos y sentimientos, de misterios y humores, como una larga novela; en cierta ocasión intenté convertir este poema en una novela, pero no lo conseguí)
«Un español habla de su tierra», de Luis Cernuda (una VOZ tan tremenda, tan terrible, tan dolorida, que atraviesa las palabras, atraviesa el tiempo, atraviesa el espacio y el polvo de los libros y los huesos de los muertos y se queda vibrando en el aire para siempre, para siempre)
«Unas pocas palabras» de Vicente Aleixandre
Fiat Lux, de Julio Herrera y Reissig (pondría cualquier otro soneto de H & R, aunque la comparación del blanco seno que aparece entre el armiño de la ropa con el huevo de un cisne me parece una especie de no va más de la belleza decadente)
«Delectación morosa», de Leopoldo Lugones
«Repuesta» («Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras») de José Hierro (el propio poeta abandonó estos ritmos más tarde, quizá por considerarlos un efecto facil; a mí me siguen pareciendo irresistibles)
«Posesión del ayer», de Jorge Luis Borges (no puedo leer estas pocas líneas escritas en prosa sin sentir deseos de llorar)
«Alegoría de la brevedad de las cosas humanas», de Luis de Góngora
«Sombrío como los cielos cuando amenazan las espesas nubes», de Wan Yi (en la Antología de la poesía china de Marcela de Juan)
«Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba», de Sor Juana Inés de la Cruz
Angel Surrounded by Paysans, de Wallace Steves (un poema tan central que en él se dice casi todo lo que yo desearía decir a lo largo de toda mi obra; pero no sólo eso: me gustaría también vivir como se dice en este poema, y experimentar las cosas de las que se habla en él.)
Nocturno («Los que auscultásteis el corazón de la noche»), de Rubén Darío
«El herido», de Miguel Hernández
«Y en secreto sentimos sed», de Hermann Hesse
«Signo de la luz», de Emilio Prados
«The tint I cannot take is best«, de Emily Dickinson
After dark vapours have opressed our plains, de John Keats
Quedan muchos que no están. Releyendo, observo que no hay ningún poeta francés, ninguno italiano… Pero eso es lo bueno de las listas. Son caprichosas, injustas, olvidadizas. Como los niños y como las hadas de los cuentos. Pero la lista ahora ha cobrado vida. Dejémosla así.
Gracias por la lista. No cabe
Gracias por la lista. No cabe hablar de carencias, porque se trata de algo deliberada e inevitablemente incompleto. Yo añadiría a la lista suprema algo de JRJ, de Rilke, de Rimbaud, de Mallarmé, de Claudio Rodríguez, de Perse, de Whitman, de Eliot, algún Girondo, Andrade (su brevísimo y excelso poema La balanza), algún Gimferrer, Valente, Quevedo. También está la gran poesía griega contemporánea (Cavafis, Seferis, Elytis …), Montale, Luzi, Pessoa, Bonnefoy, Olga Orozco …
hayyyyyy gracias me encantan
hayyyyyy gracias me encantan estos poemas estan de impactos jejeje
Me alegra descubrir un nuevo
Me alegra descubrir un nuevo sitio desde el que puedo leer artículos tuyos Andrés. Qué maravilla disponer de esta anárquica lista, me ha servido para descubrir muchos hermosos poemas que antes no conocía.
Un saludo. Antonio
Releo tu lista, Andrés, y me
Releo tu lista, Andrés, y me entran unas ganas tremendas de hacer una yo mismo, con poemas de esos que, por lo menos en parte, uno ha aprendido de memoria alguna vez. Ahí va (me impongo que no sean del Romanticismo o anteriores y que no sean demasiado largos):
«Muerte«, de Lorca, aunque sólo sea por ese verso que, no sé por qué, me ha obsesionado desde siempre: «¡qué serafín de llamas busco y soy!».
«There Are No Gods», de D. H. Lawrence.
«Paraíso perdido», de Rafael Alberti.
«L’invitation au voyage», de Baudelaire.
«A Letter», de Charles Simic.
«Un desconocido silba en el bosque«, de Jorge Teillier.
«Me vas a dejar triste otra vez como anoche», de Carlos Edmundo de Ory.
«My Last Duchess», de Robert Browning.
«Sudden Light», de Dante Gabriel Rosetti.
«Remembrance«, de Emily Brontë.
«I Am the One», de Thomas Hardy.
«Into My Heart an Air that Kills«, de Housman.
«Lapis Lazuli«, Yeats.
«The Old Vicarage, Grantchester«, Rupert Brooke (con éste incumplo mi propia norma de omitir los demasiado largos, pero es que, de forma irracional, a pesar de que es un poema caprichoso y descuidado, es uno de mis favoritos de toda la vida).
«As I Walked Out One Evening«, Auden.
«Los dioses desterrados…», de Fernando Pessoa.
«Elegy for Jane», Theodor Roethke.
«One Art», Elizabeth Bishop.
«Una sola nota musical para Hölderlin», Pere Gimferrer.
«Soliloquio del individuo», Nicanor Parra.
«Gallo», Enrique Lihn
«El pabellón del vacío», Lezama.
«The unending rose», Borges.
«Lo interior de las rosas», Rilke.
«Voices from the Other World», james Merrill.
«Con Bronwyn», Juan Eduardo Cirlot (otra vez demasiado largo).
«Prophétie», Jules Supervielle.
«A Postcard from the Volcano», Wallace Stevens.
«Advenimiento», Jorge Guillén.
«Storm«, James Tate.
«La vida, la vida», Arseny Tarkovsky.
«Deja que las palabras caigan como ámbar…«, Borís Pasternak.
«No tienen fin los senderos del bosque…», Aleksander Blok.
«Música», Vladislav Jodasevich.
«Islas«, de Blaise Cendrars.
«Once I Pass’d through a Populous City…», Walt Whitman.
«¿Y ha de morir contigo el mundo mago…?«, Antonio Machado.
«Vesperal», Rubén Darío (desde luego, los tiene mejores, pero éste es una obsesión mía personal).
«Truenos y flautas en un templo», Antonio Colinas.
«At North Farm«, John Ashbery.
«Lo que sigue«, JRJ.
«The Sound of Trees«, Robert Frost.
«Night Music», Philip Larkin.
«The Listeners», Walter de la Mare.
«The Green Roads», Edward Thomas.
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