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Una mujer que aspira a gobernar y que piensa que haber ido de Erasmus y haber viajado a otras comunidades para buscar trabajo forma parte de la vida laboral no es una mujer cualquiera...

 

Encender la televisión, aparecer Tania y esperar unas décimas de segundo hasta escuchar su voz es como si a uno le detuviesen el coche, viera acercarse a un Guardia Civil y después de bajar la ventanilla durante unas décimas de segundo comenzara a escuchar ese léxico tan característico de la Benemérita. Luego es cuando uno se inclina hacia la guantera para sacar los papeles con el corazón acelerado aunque esté sentado en el sofá. Tania impone tanto que aunque se la vea lejos uno siempre mira por el retrovisor a ver qué está haciendo con sus documentos.

 

Una mujer que aspira a gobernar y que piensa que haber ido de Erasmus y haber viajado a otras comunidades para buscar trabajo forma parte de la vida laboral no es una mujer cualquiera. Y por esto a uno le da más apuro que por su parlamento: todo ese lenguaje político que resuena como los gritos de los zulúes de las películas que de niño le aterrorizaban.

 

Son tantos años ya en la tribu que le salen los cánticos sin esfuerzo. Hay en todos sus principios una frase verídica a la que siguen las consignas, ¡la crisis está madura!, con sentencias fantásticas que culminan un discurso que llega en un envoltorio azul de Tiffany’s; nada nuevo salvo que en realidad el paquete es rojo como el volumen de cuentos de Mark Twain que uno tiene sobre la mesa.

 

Entre el comunismo transversal de Tania y el liberalismo abanderado de Esperanza, que no es que detenga a alguien sino que no se detiene ante nadie, ese liberalismo que en ella es casi una generación por el que cada vez que se le pregunta agarra el micrófono de los Who: People try to put us d-down (talking about my generation)…, casi se comprende la política española.

 

Mientras Aguirre es esa columna de aparcamiento del anuncio que cuando sonríe tiene un aire a don Limpio, Sánchez es una fría bola de pinball impulsada por Pablo Iglesias, al tiempo que Errejón y Monedero observan la jugada que ha dejado a Lara iluminado como a las pin ups de las tragaperras y a Garzón, en cambio, a pesar de ser el más joven, apagado y triste como si fuera el viejo que da el cambio en los billares.

 

Se dice que Podemos quiere acabar con el sistema y debe de haber empezado por la misma izquierda que estaba más a mano. El señor Cayo ya es casi el del disputado voto de Delibes, cada vez más instalado en Argamasilla desde que Tania le dio el alto y no le devolvió los papeles.