La puerta oceánica del Retiro fue la piedra de toque sobre la que se construyó todo el resto de la Huerta; aunque en esta imagen cuatriplicada (por el espejo y por el fotógrafo) no se muestre toda su envergadura. En realidad nació una tarde dominical de diciembre con la intención de poner puertas al viento, lo que que viene a ser una tarea casi más ardua, que ponérselas al campo.
Recuerda Faba con precisión el día de la semana, porque acababa de regresar de un religioso paseo dominical por el Rastro. De vuelta a casa encontró dos marcos de cuadros, apoyados en el zócalo de una casa, junto a una chamarilería cerrada. La idea le sobrevino tomando fotografías de la hiedra en su terraza: si instalaba una puerta en el arco que formaba la baranda, podría evitar el golpe de viento que le golpeaba las espaldas. Y si lograba entretejer una malla de marcos, con el arco de hierro y los hilos de acero que sostenían la enredadera en el aire, podría posteriormente acristalarlos, y conseguir un estudio de artista con paredes transparentes de cuadros.
El proyecto le pareció tan sugerente, que antes de que se pusiera el sol, ya estaba en plena actividad tejedora, pergeñando la primera retícula de marcos. Por supuesto, entre ellos se incluían, los que unas horas atrás había encontrado en una acera del Rastro.
(Continuará)