¿Qué hace un ministro como Wert en un sitio como ése?

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Seguimos dándonos aires seudocosmopolitas, algo que en el caso del malhadado suplemento de la factoría El País llamado S Moda alcanza cotas presque ridicules (yo también sé idiomas): que si los jeans de denim, las it girls, lo vintage, el efecto destroy, el revival, los múltiples looks… una melopea inacabable y tengo que decir que pelín insultante por el universo que promociona; parecen zombis, si tienes en cuenta no sólo el contexto del país con minúscula, sino la injusta situación por la que atraviesa un tercio de la redacción del diario. ¡Gastarse el dinero en estupideces, como dice Enric González en su despedida, tremenda y, cómo no, tan bien escrita!

 

Como llevan años echando veteranos (no quiero ni pensar en el futuro), se nota la falta de editores. Ejemplo. “El objetivo es evitar que entre la menor cantidad posible de arena, sabiendo que al final algo va a entrar y que el mantenimiento será un elemento clave”. Hablan del AVE del desierto saudí. Hasta un niño se da cuenta de que se trata de evitar que entre arena, sencillamente. O bien, el objetivo es que entre la menor cantidad posible de arena. Pero el entrevistado ni se da cuenta al hablar, y no hay allí nadie que edite el texto. Los echan.

 

El ministro Wert, que lleva camino de convertirse en el más rápidamente desacreditado de nuestra historia democrática, ya me sobresaltó antes de ser ministro con un “delincuenciar” que anunciaba males mayores. El otro día criticó la “solidarización de los padres” con la huelga de la enseñanza. Este señor que no respeta su lengua, ha declarado tan campante –no quiero dejar de recordarlo–, que no le preocupa la etapa infantil (previa a la primaria), porque “es más que nada asistencial”. Es decir, que no sabe nada de pedagogía. ¿Qué hace ahí? El otro día, en la entrega de los premios Planeta, estaba penoso.

Soy coruñesa con algo de portuguesa, recriada en Madrid. Como tengo tendencia a la dispersión, estudié Ciencias Políticas. Aparte de varios oficios de supervivencia, he sido socióloga, traductora, documentalista y, finalmente, editora y redactora en El País durante veinte años. En mi primer colegio de monjas tuve la suerte de aprender bien latín. Pasar de las monjas al instituto público Beatriz Galindo de Madrid, donde enseñaban Gerardo Diego, Manuel de Terán, Luis Gil…, fue definitivo para cambiar de fase. Creo que si falla el lenguaje, falla el pensamiento y falla la razón.