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Brújula¿Qué tiene que saber el profesor sobre el espacio educativo?

¿Qué tiene que saber el profesor sobre el espacio educativo?

Atrio entiende el centro educativo como un material didáctico maleable que protege y motiva –o debiera– a todos sus estudiantes, un material que combina el orden preestablecido al que se regresa, con la invención diaria de nuevas expresiones espaciales, plásticas, rítmicas, etcétera. Por eso la comunidad profesional del centro educativo tiene que conocer el espacio donde trabaja, igual que conoce el tiempo y lo ordena en el calendario

Una pregunta. La pregunta que articula el libro es pertinente y oportuna: ¿qué tiene que saber el maestro sobre el espacio educativo? Por ende, ¿cómo usar el espacio de la mejor manera para alcanzar procesos pedagógicos deseados? El autor, profesor del departamento de Didácticas Específicas de la Universidad Autónoma de Madrid, entiende el espacio de los centros educativos de la infancia y juventud como material didáctico que tenemos que aprovechar, y nos anima a abandonar la idea tan común de pensar el espacio educativo como contenedores donde nos movemos sin pensar en él.

Comenius, referente permanente de Atrio, introdujo el libro como material didáctico para todos sus estudiantes, páginas con textos e imágenes que nombraban el mundo cercano y lejano. Fröbel, otro gran referente de Atrio, introdujo los “dones” y las “ocupaciones” en la educación de la Primera Infancia. Los “dones” son objetos que al final regresan a su orden inicial.

Las “ocupaciones” son acciones que provocan formas cambiantes y nuevas. Atrio entiende el centro educativo como un material didáctico maleable que protege y motiva –o debiera– a todos sus estudiantes, un material que combina el orden preestablecido al que se regresa, con la invención diaria de nuevas expresiones espaciales, plásticas, rítmicas, etc. Por eso la comunidad profesional del centro educativo tiene que conocer el espacio donde trabaja, igual que conoce el tiempo y lo ordena en el calendario.

Atrio se apoya en dos disciplinas académicas que nos ayudan a entender los espacios educativos: la psicología ambiental y la geografía humana. La primera estudia empíricamente cómo afecta la luz, la temperatura, la vegetación, los sonidos, etcétera, en los cuerpos en situaciones físicas determinadas. La segunda estudia la estructura y funciones de la ciudad, pueblos y territorio, cómo cada pieza construida de la comunidad configura un sistema de dónde emerge un significado.

El sistema de la educación de la infancia y juventud es una sucesión de capas que manifiestan las creencias, los valores, los temores y los deseos de cada época. Son capas que a veces se complementan como sedimentos, otras se contradicen en diálogo de sordos. La belleza de los espacios educativos, y del sistema de arquitecturas educativas, reside en su eficiencia pedagógica. Es decir, todo espacio construido para la educación tiene que satisfacer objetivos y procesos pedagógicos previamente diseñados.

Un diseño arquitectónico salido de un taller de arquitectura, o una normativa ministerial salida de un despacho, que no sean respuesta a necesidades reales de la comunidad educativa a la que sirve, será de poca utilidad. España habla hoy de procesos participantes donde la ciudadanía piensa con carácter vinculante, procesos complicados que a veces se incumplen. ¿Cómo lograrlos con las comunidades educativas para mejorar sus espacios?

El autor afirma que el propio proceso participante es generador de ese espacio educativo. Es decir, el espacio es acción de cuerpos en el tiempo que juntos quieren mejorar el presente. Todos los participantes entienden que cada instante es variación, que nunca se alcanza una forma definitiva porque el diseño del espacio es una planta en busca de luz solar del cielo y nutrientes de la tierra: las disciplinas de la educación y la arquitectura nos impulsan hacia arriba, los deseos y las necesidades de la comunidad nos empujan hacia abajo.

Atrio señala tres pasos básicos para este proceso: observar con todos los sentidos los entornos que habitamos, registrar lo observado con varias técnicas –tal vez artísticas–, catalogar lo registrado para facilitar el análisis y la reflexión posterior. El entorno que habitamos y observamos tiene tres escalas interconectadas: macro como el territorio y la ciudad, meso como el centro educativo, micro como el espacio que reúne al maestro y sus alumnos. Observaremos y pensaremos las tres escalas a la vez si queremos que el pequeño gesto del maestro llegue al estudiante, si queremos que la firma ministerial sea tinta útil.

El libro avanza entre reflexiones del pasado y el presente de las escuelas españolas, referencias a otros autores que trabajan los espacios educativos como David Thornburg, Prakash Nair, Rosan Bosch o Fermín Blanco, y propuestas de “ejercicios” que ayuden a la comunidad educativa a pensar la transformación espacial de sus centros.

Por ejemplo, el A.V.E.P., que corresponde a espacios agradables, versátiles, escénicos y positivos. O el AEIOU, que se refiere a los espacios de almacenamiento, espacios con estructura pedagógica, espacios para la innovación pedagógica, espacios ordenados pedagógicamente y espacios pedagógicamente urbanos. O cuando nos plantea una pregunta clave: ¿qué debe resolver la comunidad educativa del centro antes de acudir a los técnicos del diseño?

La respuesta es una serie de pasos como conocer e integrar a los responsables que ya gestionan esos espacios, decidir qué calidad de participación queremos de los diferentes participantes en el proceso, analizar de las metodologías educativas que usan en el centro, definir los criterios de evaluación para saber si el espacio cumple nuestras expectativas.

Todo ello conduce al autor a proponer un nuevo perfil profesional que llama “gestor y coordinador de espacios educativos” como parte del equipo del centro. Su función será sacar el mejor partido pedagógico a los entornos educativos donde la infancia y juventud pasan miles de horas de su vida.

En resumen, estamos ante un libro útil con un enfoque novedoso de algo que habitamos, usamos, nos afecta y pocas veces vemos o pensamos en ello: el espacio para la educación de la infancia. En la arquitectura cuesta más hacer las cosas mal que hacerlas bien. Seamos eficientes y diseñemos los espacios educativos como si fueran guantes hechos para manos pequeñas con necesidades nuevas y clásicas, manos que buscan gusanos en la tierra y señalan a los pájaros que vuelan.

Espacio educativo. Material didáctico y catalizador del cambio educativo, de Santiago Atrio Cerezo. AulaMagna. Proyecto Clave. Mc Graw Hill.

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