Queridos Reyes de Oriente y Moliente,
No os había escrito hasta ahora, pero sólo os quería pedir que no esperéis a pasar por mi casa después de hacer toda la ronda, que no parezca que me dejáis lo que no quiere nadie. Aún así que sepáis que nunca he descambiado nada, ni los pañuelos de tela, ni el puzle de 3.000 piezas del paisaje nevado, ni el cojín con la foto familiar imprimida. De hecho aquel jersey tres tallas más grande lo uso de batamanta.
Me gustaría recordaros que este año me he empotrado muy bien, por esto mismo os pido un coche porque el que tenía quedó siniestro total. Repito, un coche, porque no sería buen momento para que me trajerais la bici roja con cestita que nunca pude desenvolver el día 6. Yo siempre pensé que era por falta de espacio debajo del árbol, ahora entiendo el dilema que habría supuesto viajar incómodo en camello y cargar con una bicicleta nuevecita en la saca.
Tiene gracia que fuera otro regalo de reyes el causante del accidente de coche.
Aquella petaca de colonia Hugo Boss, una mala tarde para darle al frasco. Le pegué un tiento y no es que me emborrachara, sino que perdí la visión el tiempo justo para chocar contra una tienda de timbres.
El colisionido fue tremendo.
Pediría el fin del hambre en el mundo, pero no estamos en el concurso de Miss Universo. Mis deseos son más mundanos, vamos, que como nos mundanos de casa sólo quiero que sea rápido, limpio e inodoro.
Siempre dicen que es más feliz el que da que el que recibe, pues a ver si no dais tanto por saco que para eso ya está Papá Noel.