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Mientras tantoRecordando a Jesús Lizano

Recordando a Jesús Lizano


Jesús Lizano ante un molino de viento en Campo de Criptana

Pocos poetas tuvieron una ejecutoria tan clara de su misión como Jesús Lizano, creador de Lizania, una utopía poética cimentada en unos principios filosóficos vigorosos y sencillos al par que indomeñables, y a la vez proyectada en una atractiva, definitoria y personal expresión estética.

Jesús Lizano, barcelonés castellano-hablante nacido en 1931, y fallecido en 2015, vivió más de medio siglo, casi tres cuartos de siglo, dedicado incesantemente al menester poético, desde que en 1950 escribió sus Poemas a la tierra (publicado cinco años después), inaugurando su voz poética con el verso “He descubierto tierra”, que le ha servido de enseña incontestable para informar su copiosa obra posterior, compuesta de innumerables poemas y densos manifiestos y cartas al poder donde desarrolló una robusta poética implicada en la felicidad que el buen común desea. En 2001 apareció en Lumen la primera edición del abultado volumen Lizania,  aventura poética, publicando su poesía reunida, al poco tiempo reeditado.

Jesús Lizano, en el centro, entre Amador Palacios, izquierda, y José Corredor-Matheos, en la casa del primero en Alcázar de San Juan

Jesús Lizano, además de ser un consumado poeta, fue un destacado personaje del mundillo literario. Yo tuve el gusto de conocerlo en el Ateneo de Barcelona, cuando me obsequió con un ejemplar de su Lizania y, al poco, el placer de alojarlo en mi casa cuando vino a La Mancha a dar un recital de su poesía en una discoteca. La gente estaba encantado con él después de la entrevista que le hizo Fernando Sánchez Dragó en la televisión. Como se puede ver en las fotos que ilustran estos párrafos, su estatura, su robusta complexión, su larga barba, le hacen asemejarse a la figura del Dios Padre en la Trinidad cristiana. De él se cuentan anécdotas divertidas, de las cuales rápidamente refiero un par de ellas. Se jubiló de un empleo laboral donde permaneció largos años en una empresa editora. Antes, durante poco tiempo, había sido profesor de filosofía (carrera que había cursado) en un colegio privado. Se cuenta que una vez, dando clase, se explayó con el tema del infierno hasta el punto de que los chavales se arracimaron en el fondo del aula totalmente asustados y compungidos por sus aterradoras y resonantes palabras.

Con esa pinta de Papá Noel que ostentaba, en otra ocasión, cuando Lizano iba caminando por el centro de una Barcelona muy iluminada durante las fechas aledañas a la Navidad, pasaron a su lado un niño con su madre y el niño exclamó: —¡Mira, mamá, Papá Noel!, a lo que la madre contestó: —Sí, Papá Noel, que trae juguetes a los niños buenos. El bueno de Jesús entonces replicó: —Perdone, señora, yo soy el Papá Noel que trae regalos a los niños malos. Y dirigióse al niño con esta pregunta: —¿Tú qué eres, bueno o malo?; el niño respondió, titubeante y azorado: —Yo… ¡malo! A mí muchas veces Jesús Lizano me recordaba al músico francés Erik Satie, participante en los movimientos vanguardistas de principios del siglo XX. Satie era un estrambótico personaje, pobre y a veces atacado de temperamentales e inofensivas malas pulgas.

El diseño de su filosofía poética es altamente deductivo y de un resultado aplastante. Para Jesús Lizano, una premisa primordial es que las personas que habitan este mundo son compañeros, y ese compañerismo resultante, puro, ha de superar la relación dominantes-dominados. El desarrollo hacia un logro cordial de convivencia se establece histórica y socialmente en una consecución de mundos, hasta alcanzar un mundo mejorado, final. Partiendo del mundo real salvaje, donde todas las especies pululan y del que sobresale nuestra especie humana, la sociedad no ha trascendido un mundo real político, quedando por llegar un mundo real poético que contenga una Acracia (a-cracia=sin poder) que se imponga a la actual Pancracia (pan-cracia=poder absoluto). Y a la Acracia se ha de llegar a través de la inocencia, la inocencia poética, ese siempre nuevo y fresco espíritu del poema recién creado; y este espíritu poético sería la gran metáfora del limpio estado aún por venir.

Jesús Lizano con la escritora mallorquina Roser Amills

El propio Lizano, en su búsqueda, siguió este esquema para conformar sus anhelados afanes. Creyendo que el comunismo era la panacea que haría sentirnos auténticos compañeros en el viaje de la existencia, se acercó al comunismo cristiano,  al comunismo político, al anarquismo, pasando por la reflexión existencialista. ¡Y nada! Comprobó que los comunismos, religioso y político, como él afirmaba, “siguen manteniendo la estructura de dominantes y dominados”. Por otra parte, vio que el existencialismo tenía un gran fallo, “potenciaba al individuo, pero olvidaba a la especie humana”. Cuando milita en el movimiento libertario, también percibe que la CNT (“¿qué hacía un poeta en un sindicato?”) rebosaba asimismo de reminiscencias políticas. ¿Qué hacer? A partir de entonces se da cuenta de que ese compañerismo deseado ha de constituirse en un humanismo, siendo “preciso hacer de lo poético un humanismo”, para “lograr así que el concepto Anarquía pase de ser excesivamente político a convertirse en humanismo”.

En 2005 Jesús Lizano publicó un bello y sucinto libro en la colección sevillana La Mano Vegetal; Novios, mamíferos y caballitos es su título; y su subtítulo, precisamente, “A la Acracia por la inocencia”. Es una antología que comprende 52 poemas extraídos de su extensa obra y que resultan ser los habituales en sus frecuentes lecturas poéticas a lo largo y ancho de la geografía española. Tiene la ventaja de introducir al lector neófito de la poesía de Lizano en un formato manejable, sin tener que espigar enfrentándose a las más de 1.700 páginas, en papel biblia, de Lizania.

Otra ventaja fundamental es permitir a ese lector comprobar que Lizano no exhibe en sus poemas una cansina perorata derivada de su ideal, sino que se nos muestra como un poeta debidamente provisto de los recursos estéticos que un verdadero poeta debe atesorar. Bien es verdad que hay poemas que son directa proyección de su programa humanista: “Sí, compañeros, / amigos: / estamos en el mundo / real político, en el mundo / pancrático. Pero, / a dónde vamos: vamos / al mundo real poético, / a la conquista de la inocencia, / libres y peregrinos. / Que no en vano / salimos del mundo real salvaje: / los únicos que salimos. / ¿Y vamos a quedarnos / ciegos y pancráticos, / enfrentados y divididos / en dominantes y dominados?”. Además, esta lectura convencerá de la correcta asimilación que Lizano ha elaborado a partir de su conocimiento de nuestros clásicos: Góngora, Lope, Garcilaso, Quevedo…, como queda demostrado en su imponente “Soneto a la mierda”: “Mierda, yo te saludo complacido / cuando sales patética y caliente / luego de abandonar en el crujiente / y alimentado cuerpo tu sentido”. Finalizando con este magnífico y redondo terceto: “Porque sin ti la tierra es tierra muerta, / solos y muertos todos los caminos. / ¡Mierda, madre común, yo te saludo!”.

Su poesía tiene la virtud de doblegar el concepto convencional transformándolo en una excepcional secuencia poética, como se manifiesta en el poema “Las personas curvas”: “No me gustan las leyes porque son rectas, / no me gustan las cosas rectas; / los suspiros: curvos; / los besos: curvos; / las caricias: curvas. / Y la paciencia es curva. / El pan es curvo / y la metralla recta.” Muchos de sus poemas nos traen un aire prometeico aderezado con el más agradable factor sorpresa.

Para finalizar, no me resisto a copiar una soberbia pieza de este libro en la que un haz de ideas negras se mutan en una forma literaria tragicómica expresada en este

POEMO

Me asomé a la balcona

y contemplé la ciela

poblada por los estrellos.

Sentí fría en mi caro,

me froté los monos

y me puse la abriga

y pensé: qué ideo,

qué ideo tan negro.

Diosa mía, exclamé:

qué oscuro es el nocho

y qué solo mi almo.

Y perdido entre las vientas

y entre las fuegas,

entre los rejos.

El vido nos traiciona,

mi cabezo se pierde,

qué triste el aventuro

de vivir. Y estuvo a punto

de tirarme a la vacía…

Qué poemo.

Y con lágrimas en las ojas

me metí en el camo.

A ver, pensé, si las sueñas

o los fantasmos

me centran la pensamienta

y olvido que la munda

no es como la vemos

y que todo es un farso

y que el vido es el muerto,

un tragedio.

Tras toda, nado.

Vivir. Morir:

qué mierdo.

 

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