Sacer (2)

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¿Lo divino aparece cuando el hombre suspende su medrosa separación de la finitud, la elevación suprasensible propia del antropocentrismo? En otras palabras, cuando la separación sagrada reinicia su peregrinaje en el cuerpo mismo de lo sensible. El Greco –sólo después, Bacon- esculpe las transformaciones flamígeras del cuerpo de Cristo, una deformación del Padre en el Hijo, una torsión de éste en la trascendencia que atraviesa el calvario de la tierra y el infierno de los otros. De ahí la idea de Spinoza en su Ética: nadie sabe lo que puede un cuerpo. Hay en Cristo una torsión que define la carne. El cuerpo como un pliegue del afuera, una invaginación de otro mundo. Deleuze ha hablado con frecuencia del “ateísmo” que segrega, como ninguna otra religión, el cristianismo; también de la existencia inmanente de aquel que cree que Dios existe: “Pudiera ser que creer en este mundo, en esta vida, se haya vuelto nuestra tarea más difícil”, dice Deleuze en ¿Qué es la filosofía?

 

 

Ignacio Castro Rey es doctor en filosofía y reside en Madrid, donde ejerce de ensayista, crítico y profesor. Siguiendo una línea de sombra que va de Nietzsche a Agamben, de Baudrillard a Sokurov, Castro escribe en distintos medios sobre filosofía, cine, política y arte contemporáneo. Ha pronunciado conferencias en el Estado y en diversas universidades extranjeras. Como gestor cultural ha dirigido cursos en numerosas instituciones, con la publicación posterior de siete volúmenes colectivos. Entre sus libros últimos cabe destacar: Votos de riqueza (Madrid, 2007), Roxe de Sebes (A Coruña, 2011) y La depresión informativa del sujeto (Buenos Aires, 2011), Roxe de sebes (Fronterad, 2016), Ética del desorden (Pretextos, 2017). Acaba de publicar Sociedad y barbarie, un ensayo sobre los límites de la antropología en Marx.