Recordemos esta sentencia atribuida a Epicuro: “Todo el mundo se va de la vida como si acabara de nacer”. Ante lo desconocido, el que va a morir es otra vez como un niño, bajo la sombra de un Padre anterior al más viejo de los hombres. Aun cansado de vivir, el hombre muere cuando está empezando; todavía despertando, siempre. Esto explica que desde los momentos clave –en las vísperas, en el lapso de la revelación, en la visión del moribundo- la vida sea sentida como un soplo. Recordemos I Cor. 7, 29: “el tiempo es breve”. La contracción del tiempo, una recapitulación vertiginosa que relaciona cada instante inmediatamente con Dios –unmittelbar zu Gott, dice Benjamin-, es la situación mesiánica por excelencia, el único tiempo real.
Sacer (5)