Carga y descarga. Esa es la señal que debería aparecer en todo cartelón de Semana Santa que se precie. Cargamos el coche, el ipod, el móvil, a los pequeños a cuestas, a derecha o a izquierda y hasta los hay que se atreven con un paso, que en falso ningún cofrade te perdonaría.
Cuando acaban los cuatro días necesitamos que nos lleven en andas. En nuestro descargo hay que decir que descargar los malos rollos y las fatigas del trabajo es mejor hacerlo en santa compaña, y ya sabemos cómo acaba ésta.
Los hay que llegan muy ‘cargaos’ a casa. En ese momento, una descarga eléctrica les recorre el espinazo cuando la parienta pregunta: «¿Ya has estado con los amigos?». Mejor no mentir, porque en estos años se han cargado de experiencia y son más eficientes que la prueba del polígrafo.
Pero la gran descarga, la verdadera descarga (¡y por favor, dejen de perseguir a sus mujeres que no hablamos de esa!) llega con el regreso: y descargamos el coche, las maletas, el mal humor contra aquel que nos diga la tontería de «ya queda menos para las de agosto» y las ganas. Bueno, las ganas se descargan solas, como el móvil, el iPod, el iPhone y todo estos i-nventos.
Con la batería off dejamos que toda la carga recaiga en la lavadora, la única colada que no lleva un atasco incorporado (hasta la hora de planchar).