
He de decir de nuevo lo que ya he dicho muchas veces. Cuenca no es sólo una marca única, esa gran marca artística que el artista Fernando Zóbel generó a partir de la creación en la ciudad de un museo de arte abstracto, instalado en las emblemáticas Casas Colgadas, que acogiese la suculenta colección de arte del pintor filipino. También ha logrado ser una apreciada marca, sobre todo actualmente, la música, la música clásica, que con harta frecuencia se ejecuta en Cuenca. La Semana de Música Religiosa ya lleva más de sesenta ediciones efectuadas, si bien su programación y proyección se diseña más en Madrid que en Cuenca. La que sí resulta auténticamente conquense es la labor elaborada por la Catedral de Cuenca en estos últimos, más bien recientes, años. Solamente durante este año se ha podido disfrutar de un ciclo de música medieval, Mirabilia, de otro ciclo de órganos, habiendo sido sus protagonistas los tres órganos monumentales del templo catedralicio, y lo más nuevo, de hace nada, un sabroso ciclo de música de cámara.

Ciclo protagonizado por el cuarteto de cuerda Maxwell Quartet, formado por los violinistas Colin Scobie y George Smith, el violista Elliot Perks y el violonchelista Duncan Strachan, más los solistas Alice Neary, violonchelo, Robert Plane, clarinete y Jâms Coleman, piano. A lo largo de seis conciertos han sonado grandes compositores como Beethoven, Chopin. Brahms, Bach, Strevinski, Kovács, Schumann, Elgar, Franck, Nadia Boulanger, Pamela Harrison, Haydn, Mendelssohn, Weiner y Schubert. La cita es curiosa. Este año han repetido la visita. Los músicos viajan a las giras acompañados por numerosos seguidores. Gente con dinerito, amante de la música y de hacer turismo. En esta ocasión han ocupado todo el hotel Posada de San José, quedándome yo sin sitio. El año pasado coincidí con todos ellos, pues tuve una habitación de chiripa.

En los conciertos, los músicos se dirigen, naturalmente en inglés, al público, comentándole las incidencias de las intervenciones en cuestión. En uno de ellos, el clarinetista Robert Plane presentó a la compositora Pamela Harrison, bastante desconocida en nuestro ámbito, autora de un “Dejándose llevar”, movimiento verdaderamente delicioso. Al término del evento se pudieron adquirir cds. de Harrison. Yo adquirí uno, Chamber Works, de la compositora inglesa, que falleció en accidente de automóvil, obras suyas interpretadas por Gould Piano Trio y el mentado clarinetista Robert Plane. El pianista Jâms Coleman comentó la obra “Tres piezas para violonchelo y piano” de Nadia Boulanger, que ejecutó con Alice Neary. La Boulanger es una compositora y pianista francesa que formó a grandes creadores musicales del siglo XX. La organización encargó la traducción, para el escaso público español que acudimos, de los parlamentos de los músicos británicos, a Cristina Alís Raurich. Curiosamente, en el cuaderno de los programas, antecedía el texto explicativo en inglés al correspondiente en español.

Cuatro de estos conciertos se han celebrado en la biblioteca de la Merced, antigua iglesia de la Merced, que guarda importantes legados de escritores conquenses, por ejemplo el del poeta y sacerdote Carlos de la Rica; otro se ha celebrado en la Sala Capitular de la Catedral de Cuenca y otro en el Espacio Torner. La Biblioteca de la Merced y el Espacio Torner son dos templos desacralizados y sirven, magníficamente, a dignos fines culturales. La exposición permanente dedicada a Gustavo Torner, que diseñó el propio artista, está enclavada en la antigua iglesia del convento de los Dominicos. La dirección la lleva Marta Moset, hija del pintor Miguel Ángel Moset, que falleció, prematuramente, en 2020; y la de la Biblioteca de la Merced Vicente Malabia, historiador y sacerdote; ambos miembros numerarios de la Real Academia Conquense de Artes y Letras.

El penúltimo de los conciertos estuvo dedicado a Gustavo Torner, artista muy multidisciplinar, co-fundador, junto a Fernando Zóbel y Gerardo Rueda, del Museo de Arte Abstracto Español. Este mismo año, Torner, en julio, cumplió 100 años y dos meses después falleció. Asistieron al concierto familiares del pintor. El evento musical comprendía dos obras, un cuarteto de cuerda de Haydn y un quinteto para clarinete de Brahms. Previamente, y fuera de programa, Cristina Alís Raurich, ya mencionada, especialista en instrumentos de teclado medievales, interpretó un responsorio del siglo XII brindado a Torner. Hay que felicitar con efusión a la Catedral de Cuenca porque es capaz de brindar al amante de la música unos programas excelentes. En esta ocasión, la impresión que se lleva uno es la de percibir, al tiempo, unos excelentes diálogos y unas fecundas conversaciones musicales. Diálogo cuando la obra se ejecuta entre dos selectos instrumentos solistas, por ejemplo el violonchelo y el piano, y conversación cuando todo el grupo marcha al son de la inefable melodía.





