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Mientras tantoSi te da miedo perder, no hagas nada

Si te da miedo perder, no hagas nada


 

Quiero comenzar este primer artículo del 2017 con un par de anécdotas que me han sucedido esta semana con mis alumnos, pero antes os presento la reflexión a la que llegué después de meditar sobre ellas: 

 

“Si te da miedo perder, si no quieres saber lo que es la derrota,

nunca hagas nada, no te muevas, no respires”.


Esta semana al retomar las clases con mis alumnos, reanudamos un torneo amistoso entre los compañeros de clase que habíamos dejado pendiente a finales de año. Dos de mis alumnos de 9 años estaban empatados en puntos, por lo tanto tenían que jugar dos partidas para decidir quién sería el mejor jugador del mes (todos los meses hago un torneo con mis alumnos). Los dos estaban muy animados en jugar esas dos partidas y, sus compañeros querían ver el desenlace así que se juntaron alrededor de ellos para ver las partidas. Coloqué el reloj en tiempo y los dos niños se dieron la mano antes de empezar la partida. Me sorprendió y a la vez me alegró mucho ver con que formalidad acomodaban las piezas y como me pedían un minuto para concentrarse antes de iniciar la partida. Sin duda tenían ganas de jugar esas dos partidas.

 

Empezó la partida y los chavales jugaban bien, sin cometer fallos importantes pero, cuando les quedaban dos minutos en el reloj uno de ellos cometió un fallo y, como decimos los ajedrecistas “se dejó la Dama”, es decir, su rival se comió la pieza más importante. A partir de ese momento el jugador (niño) que estaba en desventaja empezó a jugar mucho más despacio y sin ganas, casi dejando pasar el tiempo para terminar la partida, como así fue. Podemos pensar que es una reacción muy humana y comprensible. Pierde la pieza más importante y, psicológicamente se viene abajo. No hay que olvidar que son niños.

 

Al terminar la partida le tomé del hombro y le dije que no importaba que podía volverlo a intentar en la siguiente partida, que intentara ganar. Le animé señalando algunas jugadas que me habían parecido buenas. No hubo forma, empezó la segunda partida como si le hubieran comida otra vez la Dama, con el miedo ya metido en el cuerpo. Se había venido abajo psicológicamente aún cuando tenía otra oportunidad. Perdió la segunda partida.

 

La segunda anécdota me sucedió con dos de mis alumnos más jóvenes. Tienen 5 años, llevan un año jugando al ajedrez y siempre les reservo los últimos 20 minutos de la clase para que jueguen partidas entre ellos. Ahí les corrijo si hacen alguna jugada ilegal, si juegan demasiado rápido les pido que vayan más despacio o si se les ha pasado comer una pieza les digo que tienen que estar más atentos.

 

A mitad de la primera partida uno de los niños “regala” la Dama, se la comen por una distracción.

 

Yo, como profesor que soy, me interesa más el aspecto emocional de los alumnos que el mero nivel de juego, así que discretamente miré su reacción, al principio no sucedió nada, pero a los pocos segundos las lágrimas empezaron a salir. Estaba compungido. Siguió jugando y terminó ganando es partida. Se olvidó que estaba en desventaja y siguió jugando hasta ganar.

 

El tema de la aceptación de la derrota como algo inevitable es algo que me ha hecho reflexionar en estos días y creo que es algo que se tiene que trabajar en clase. Así lo haré.

 

Cuando uno empieza a jugar al ajedrez tiene que ser consciente –por muy bueno que sea- que va a perder algún día, que va a perder muchas partidas. La única manera de no perder una sola partida es no comenzar ninguna. El que juega muchas partidas perderá algunas, pero es la única manera de ganar, de mejorar, de progresar, hay que salir de la zona de confort.

 

Considero que cuanto antes se acepte este hecho, antes se empezará a mejorar porque se habrá perdido el miedo perder y esa derrota puede ser la gasolina para esforzarse más, para estar más atento, para trabajar más. Tarde o temprano, si uno es capaz de sobreponerse a esos momentos de derrota, inevitablemente uno como jugador y, especialmente, como ser humano, crecerá. Si es así, bienvenida sea la derrota.

Autor: Mikel Menchero Pérez

Monitor Nacional de Ajedrez 

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