
Me ha dado por pensar que el pacto entre el PSOE y Ciudadanos es un bulo formal y con pompa después de la firma en la que los dos líderes caminaron hasta la mesa casi entre trompetas. Los días son raros como si se estuviese produciendo un eclipse entre la nueva y la vieja política, lo cual viene a ser otro eslogan publicitario. Lo único nuevo aquí, y siempre, son en todo caso los políticos, algunos de los cuales vienen con el programa rancio aunque cuidadosamente envuelto. Rivera cita a Suárez e Iglesias se cuida, o se cuidaba, de citar sus modelos que son, como poco, decimonónicos. El segundo y el cuarto partido más votado escenificaron el otro día la coronación de Luis XVI que filmaba Sofía Coppola en María Antonieta. Sólo faltó la escalinata alfombrada con el puño y la rosa (en lugar de la flor de lis) sobre un fondo naranja y, ya puestos, Alberto Garzón, ese bedel, ¡proyecto de ministro de Economía!, tan sonriente y tan republicano, sujetando las coronas. En realidad, Garzón sólo le sujetaría la corona a Pablo, pero le añadiría la guinda pintoresca a las maneras de esta coalición que es de paja porque le falta el PP. Con el partido del gobierno en funciones, la coalición sería grande pero Snchz es pequeño (ahora salen de la Juventudes así y no crecen como si fueran pigmeos políticos), y un poco por eso Rajoy, que es de otro tiempo, se ha convertido en un político hinchable, que se infla o se desinfla en función del peligro del entorno. Decía que empiezo a no creerme la baby coalición, donde nada es lo que parece. Las diputaciones iban a eliminarse como la reforma laboral, y resulta que cada uno pinta la fachada de sus intenciones (que deberían ser las mismas) del color que más les gusta, cuando el rojo con naranja da ocre o algo así. Hablan de la guerra fría entre los socialistas y los populares, pero España (¡ay!, España) está infestada de guerras frías desarrollándose hasta dentro de los acuerdos, que salen a la luz ya enfermos. Nadie parece darse cuenta de que ahí fuera está Pablo («El Imperio del Mal», diría Reagan), sonriendo con una bata blanca y un maletín de médico (todo de Carrefour) esperando para entrar a operar.