El joven Rembrandt sopla con sus labios abombados de Céfiro, desde este autorretrato de juventud, observando a fondo a quien lo mira. Puro vértigo del arte Barroco, que quiere salirse del cuadro para convertirnos en personajes.
Junto con Picasso y Van Gogh, quizás sea Rembrandt el pintor que más se retrató a sí mismo. El artista es un zahorí que detecta donde se manifiesta la vida para atraparla; mientras siga pintando, el único modelo vivo que nunca le faltará será él mismo.
Esta copia de Rembrandt, (tras haberse realizado estudios previos y un borrador a lápiz), se ejecutó con plumín y palillero en menos de veinte minutos. Un trazo nunca puede repetirse en el planeta tinta, su frescura debe ser intachable.
Que la tinta negra aparezca diluida y azulada en la parte inferior izquierda del dibujo, se debe al derrame accidental de la bebida con la que el pintor pretendía celebrar la rápida ejecución de su obra.
“El error y lo inesperado también forman parte del proceso artístico”, Action painting and Jackson Pollock dixerunt.
Copia de un autorretrato de Rembrandt van Rijn.
Gabriel Faba 2007.
Plumín y tinta china, sobre cartulina de caja de bombones.
20 X 15 cms.