Todos los días son el día de la marmota

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Si por el president fuera estaría convocando elecciones como en ‘Atrapado en el tiempo’, donde todos los días (todas las elecciones) son el día de la marmota...

 

Va a haber que ir a votar tanto en dos mil quince que el año se presenta casi como un entrenamiento asambleario, o la comuna ideal como forma de Gobierno donde el futuro se decide cada cinco minutos a mano alzada.  A propósito de esto, no se ha oído hablar a la revelación política sobre el socialismo utópico, esa primera edad del movimiento obrero, que podría ser el verdadero nombre de Podemos, algo así como nacer como Richard Starkey y hacerse popular como Ringo Starr. Ambas denominaciones llaman a la esperanza, pero la segunda oculta con intención el adjetivo perfecto de la utopía, donde la casta malvada (el capitalismo) pudiera poner el dedo. Es lo mismo que si Pablemos quisiera ganar las elecciones apelando a la belleza para, una vez logrado el objetivo, meterse de lleno en la fealdad del marxismo: una evolución natural que no comentan. Pero lo que se quería decir en realidad (y no adentrarse en Engels con estas pintas) es que en dos mil quince el español va a tener que entrar y salir del colegio electoral en bucle y, sobre todo, va a tener que soportar el tabarrón de las campañas por partida triple, o incluso cuádruple si a Susana los cálculos le saliesen tan raros como a Mas, cuya matemática es tan exclusiva como su lengua. Si por el president fuera estaría convocando elecciones como en ‘Atrapado en el tiempo’, donde todos los días (todas las elecciones) son el día de la marmota y cada mañana suena en el despertador ‘I got you babe’ en honor a Junqueras, quién desde sus lágrimas radiofónicas (un llanto de desmoronamiento como el de los interrogatorios policiales) a uno no deja de recordarle a Madame Bovary en el ensueño y la abstracción. Los intereses de Artur parecen al menos más concretos y da la impresión de que mientras le hace creer a Oriol que es Charles, su amante esposo, en verdad se comporta igual que el playboy Boulanger, prometiéndole sin fecha un amor de novela hasta negárselo en el momento preciso. Sólo faltaría que Junqueras, entonces, decidiera envenenarse con arsénico para culminar el proceso independentista cómo se merece.