Una noche de terror

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Hoy hace un año que pasé una noche de horror, en la que apenas pude pegar ojo, en una cama que se devino activo lecho de Procusto que estiraba y encogía mis miedos. Y fue durante las vacaciones, allá en  las montañas que rodean Trento, amables alturas trufadas de huertas y riachuelos que a nadie deben asustar, y que de hecho me parecían, incluso contempladas tras el cristal de la ventana de la noche, sombras que me protegían.

 

 

Hoy hace un año que pasé una noche de horror, en la que apenas pude pegar ojo, en una cama que se devino activo lecho de Procusto que estiraba y encogía mis miedos. Y fue durante las vacaciones, allá en  las montañas que rodean Trento, amables alturas trufadas de huertas y riachuelos que a nadie deben asustar, y que de hecho me parecían, incluso contempladas tras el cristal de la ventana de la noche, sombras que me protegían.

 

Que me protegían de la maldad humana.

 

La culpa de todo la tuvo la prosaica idea de ver una película después de cenar. Se trataba de El estrangulador de Rillington Place (1971), una de las muchas (pero no de las más conocidas) que dirigió el versátil Richard Fleisher, de siempre santo de mi devoción.

 

El guion está basado en hechos reales. O sea, que la historia pasó más o menos como en la película. Pero si no lo estuviera (basada en hechos reales), la película me hubiera producido el mismo horror, porque entre todos (director, guionista, actores -¡y qué actores!) hacen que rezume una verdad terrorífica: lo que se cuenta en El estrangulador de Rillington Place se basa en hechos humanos que han tenido que ocurrir, que ocurren y que ocurrirán, por mucho que nos horroricen.

 

Y la película es tan buena que casi mereció la pena la pesadilla.

 

 

«El horror, el horror…»

 ÓSCAR URRA RÍOS. Doctor en Filología y profesor. Ha publicado los manuales Cómo escribir una novela negra (Fragua, 2013), y Literatura Universal (McGraw Hill, 2009), así como diversos artículos y reseñas sobre temas literarios. Como autor de ficción, durante la última década ha sacado a la luz tres novelas negras (A timba abierta, Impar y Rojo -las dos traducidas al alemán por Unionsverlag- y Bacarrá), y otra un tanto oscura (Yo, zombi), todas en la editorial Salto de Página, así como algunos cuentos de género negro. Vive en el centro de Madrid, que es decir el centro del Universo.