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Mientras tantoViktor Korchnoi, la fama de ser segundo

Viktor Korchnoi, la fama de ser segundo


 

Un hombre es encerrado en una habitación para que confiese sus antecedentes judíos, para que delate a sus amigos, para que testifique sobre unas supuestas acciones terroristas. Se deja un grifo goteando, para que vaya perforando tu mente. Cada dos horas entran en el piso a gritos y tirando los muebles, metiéndote el miedo en el cuerpo. Y cada tres horas encienden las luces y pasan a visitarte para que no puedas dormir. Angustiado, somnoliento, vencido, decides entregarte y confesar lo que ellos quieran, delatar hasta a la vecina del quinto, y dar testimonio de todas aquellas lecturas prohibidas. Cuando vas a declarar, un oficial de la Gestapo deja su abrigo en la percha, y de un bolsillo sale un ejemplar de un libro de ajedrez. Ante el descuido del guardián, esta víctima de malos tratos se mete el libro dentro de los pantalones. Y cuando está enfrente del oficial, le dice si podían aumentar un poco la cantidad de las raciones. Vuelve al calabozo, a su prisión, a su camarote, al gotear del grifo de la bañera, pero ahí tiene el libro de ajedrez. Lo memoriza, cada palabra la degusta, lo huele, juega en su mente, imagina a sus contrincantes, se aprende las variantes. Los guardianes sospechan. El prisionero no se queja. Entran a las cinco de la mañana, lo sacan a patadas, y ponen todos los muebles patas arriba. En la parte superior de la ventana, en una esquina, descubren el libro de ajedrez y se lo quitan. Este pobre hombre se derrumba, nada tiene sentido, se siente morir. Su cabeza está a punto de estallar. Solo quiere que le crucifiquen. Agotado, se arroja al suelo, y se derrumba. Delante de él, en el suelo, una cortina con cuadros negros y blancos, refleja el sol en el suelo y crea un tablero de ajedrez. Este es el argumento de una película de mil novecientos ochenta y cuatro dirigida por Richard Dembo, y que le dieron el Óscar a la mejor película extranjera. Esta película está basada en la vida de Viktor Korchnoi.

 

El libro que escribió se llama El ajedrez es mi vida y… algo más.

 

La madre de Viktor Korchnoi, devota comunista, por no decir fanática, denunció a su padre por rezar al Partido Comunista Ruso. Posteriormente su padre moriría en la Segunda Guerra Mundial. Desconozco si fue por causa de la delación, o luciendo un reluciente uniforme con una banderita en el hombro.

 

Viktor Korchnoi nace con la primavera de 1931, un 23 de marzo. Diez años después se produce el Cerco de Leningrado, entre el 8 de septiembre de 1941 hasta el 27 de enero de 1944, dos años, cuatro meses y diecinueve días. Durante ese tiempo Viktor robó las cartillas de racionamiento de los bolsillos de los muertos. Pasó hambre. En Leningrado se llegaron a dar casos de canibalismo. Tuvo que arrastrar los cadáveres de su abuela y de un hermano de ésta durante varios kilómetros para enterrarlos en un cementerio.

 

Aunque aprendió a jugar a los cinco años, no fue hasta que Zak, el director del club de ajedrez de su ciudad, lo tomó como su pupilo y lo animó a que se tomara en serio esta disciplina. Dos años después fue campeón en el Torneo juvenil de la URSS. Con cuarenta y siete años vino su primera oportunidad para ser campeón del mundo. En esta ocasión se cruzó un compañero llamado Anatoly Karpov, ya habían jugado seis meses antes.

 

Era 1974, en las pantallas de cine ponían El padrino 2, faltarían cuatro años para que Francis Ford Coppola reventara las conciencias con su Apocalypse Now, y la guerra de Vietnam y las mentiras de Nixon cabreaban a una generación. Fischer no quiso jugar al ajedrez, no quiso defender el título, y Anatoly Karpov se convirtió en campeón del mundo.

 

En 1978, Florencio Campomanes organizó en Filipinas un nuevo campeonato del mundo. La KGB dio la siguiente orden “Karpov tiene que ganar de la forma que sea”. Se encontraban otra vez el proletario de los Urales (Anatoly Karpov), frente a Viktor el Terrible. Viktor Korchnoi se había convertido en el primer Gran Maestro soviético que desertó. Se fue a una comisaría en Amsterdam y pidió asilo. Viktor Korchnoi era el enemigo. Imagínense odiado por toda una Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En este enfrentamiento ocurrieron una serie de peculiaridades. Problemas con las banderas, porque Viktor Korchnoi quería jugar con bandera de los Países Bajos. En el equipo de Anatoly Karpov, se encontraba el Doctor Zukar, un conocido hipnotizador. Con lo cual Viktor, se pasó jugando con gafas con espejos. En un momento dado, cuando la partida estaba complicada, un ayudante de Karpov le enviaba un yogur; Viktor protestó alegando que se trataba de algún tipo de código entre ellos. ¿Cómo te puedes concentrar? Estaba ganando Karpov 5 a 1, se trataba al mejor de 6, y Korchnoi consiguió empatar a 5, la mejor remontada de la historia. Al final perdió 6-5, después de hacer 21 tablas.

 

En 1981 se produjo la masacre de Merano. Anatoly Karpov humilló a Víctor Korchnoi ganándole por 6-2 en Italia. Lo que se sabe menos es que a su mujer Petra Leeuwerik y a su hijo Igor no les dejaron abandonar el país. Además su hijo pasó un año en prisión.

 

En 1983, Viktor Korchnoi se fue a jugar la final de candidatos a Pasadena, California, cerca de donde vivía Bobby Fischer. Le tocaba jugar contra Garry Kasparov, pero la Federación Soviética impidió que Kasparov acudiera. Tres meses después el duelo se repitió a instancias de Viktor Korchnoi en Londres, y este perdió 7-4 frente a Garry Kasparov, que con esta victoria asombraría al mundo con sus veinte años de reinado en el mundo del ajedrez.

 

Siempre segundo. Como dicen por ahí el mejor jugador que nunca fue campeón del mundo. El estilo de Viktor es un juego de ataque y antidogmático. Es combinativo e imaginativo, siempre al borde del abismo. Lucha hasta el final cada partida y plantea cantidad de problemas, por eso se le llama Víctor el terrible. Su juego es como él físicamente. Parece un ogro, alto, grande y malhumorado. Parece que te va a devorar en cualquier momento, y sin embargo, es un tipo divertido, que esconde un alma pacífica y cariñosa. Cuenta en su haber con el talento de haber derrotado a todos los campeones del mundo desde Botvinnik, Fischer, Karpov, Kasparov, Petrosian, Anand, Tal. No es un mal balance.

 

A los ochenta años seguía trabajando cuatro horas al día en su ajedrez, en su estilo de contraataque basado en el cálculo preciso antes que en la intuición. El secreto de su longevidad deportiva lo justificaba porque desayunaba caviar y hacía años que había dejado el tabaco. Después de tantas derrotas, sin estridencia, con la suavidad con la que sustrajo el libro de ajedrez del gabán del oficial, con la destreza de unas manos que birlaban unas cartillas de racionamiento, con el aprendizaje de dormir encima de dos sillas en el centro de la habitación, y asistiendo a la traición de su madre delatando a su progenitor, nuestro amigo Víktor Korchnoi, en 2006 con 75 años, se proclamó Campeón Mundial Senior de ajedrez.

 

En 2012 sufrió un derrame cerebral que finalmente le apartó de su carrera profesional. Y el 6 de junio de 2016 a los ochenta y cinco años nos dejaba a todos un poco huérfanos. A los que siempre seremos segundos, terceros o cuartos, para nosotros fue nuestro padre.

 

 

Juan Bohigues

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