La hija del cazador

Pilar Adón

1

Ser amable es un arte
como lo es deshacerse de las cosas.
Y la certeza de que ocurrirá
lo sutil y lo demente.
Un hombre que llega, sonríe. Y una dejadez
que se vuelve frondosa.
No tejió la lana. Deshecha se extiende por el pavimento.
No encendió el horno
y el calor no invadió su hogar. Las hermanas, ausentes,
se tocan los pechos
con indiferencia.

 

2

En la espesura
cualquier voz humana suena a ruido extraño
y cualquier ruido extraño a alarido.

En busca de la ciencia, camina.
No es aquí donde los cerezos florecen ni donde el barro
                                                       [huele a océano.
El verde empedrado de dichos. Lamentos.
Y el infinito.
Un lugar difícil.

3

Un advenedizo en el monte.
El pelo más largo, más oscura la piel.
Dividido en dos serpentea, pedregoso, el sendero.

Cada boca capaz de explosiones, una amenaza.
Cada ángel oculto en el fango, un desmayo.
Cada fragilidad, un peso.
Cada recuerdo revestido de alegría, el desconcierto.

Rota la armadura, desgastado el cuero,
podrá amanecer limpio como bebé macho.
Abierto
y cerrado mientras susurra canciones de delirio,
oye un sollozo que puede ser el suyo:
¿Será clemente el cielo?

4

Un hombre crea una filosofía
y descubre que le faltan palabras.
Detiene el flujo del agua.
Diseña las pautas de una religión
y luego las cambia.
Se abre paso. Aniquila al coyote.
Esparce su sangre por el monte
sin consecuencias ni coyotes detrás
que pidan venganza.
Un hombre lo intenta de nuevo.
Observa el mundo.
No hay manzanas ni melodías de violín.
Su perro gime. En el cielo anochece.

Piensa en la Verdad y piensa en el Tiempo.
Los sapos que escupen,
el peligro del fuego,
la enormidad de las ballenas,
el calor del pan.
Su identidad es simple.
Desamparado entre las cosas creadas,
un hombre cree lo que ve.
Sigue la tradición salvaje
de los primeros seres.
Analiza la formación de cristales de hielo.
La vegetación acuática.
La vegetación terrestre.
Irrespirable el jugo de su sudor,
reprime un temor en las manos.
Ocurrió lo más triste.
Y, sin embargo, empezado el ritual…

Ya lo ha vivido. Y ahí sigue.



5

Se arde en silencio.
Es posible en silencio el mar y es posible la tormenta.
La concentración irresistible
y la timidez de un gesto.
Las cabezas giran hacia el amante de las bestias.
Solo los animales miran como miran,
con esa atención desnuda.

Pilar Adón (Madrid, 1971)
Ha publicado los poemarios Mente animal (La Bella Varsovia, 2014), La hija del cazador (La Bella Varsovia, 2010), De la mano iremos al bosque (4 de agosto, 2010) y Con nubes y animales y fantasmas (EH, 2006). Sus poemas figuran en distintas antologías poéticas, como Cien mil millones de poemas (Demipage, 2011), El poder del cuerpo (Castalia, 2009), Los jueves poéticos (Hiperión, 2007), La voz y la escritura (Sial, 2006), Hilanderas (Amargord, 2006) o Todo es poesía menos la poesía (Eneida, 2004), además de en distintas revistas y suplementos literarios (Babelia, Eñe, ABCD, Público o Turia). Es autora de los libros de relatos El mes más cruel (Impedimenta, 2010) y Viajes inocentes (Páginas de Espuma, 2005), así como de la novela Las hijas de Sara (Alianza, 2003). Ha traducido libros de, entre otros autores, Henry James, Christina Rossetti, Edith Wharton y Penelope Fitzgerald.
www.pilaradon.com