RECOLETOS (KATÁBASIS)
los sabios de este mundo han consagrado
sus vidas al camino hacia la luz
Orfeo llegó de Rumanía
hace un año y duerme en la espesura
de un parque
ahora él ameniza transiciones
los lunes
de ocho a nueve
la puerta que separa
lo nuestro de lo otro. Si tú alcanzas a ver en las baldosas
un pálido reflejo y te recuerda
a ti no te detengas: las máquinas
azules y el ruido de tus pasos
son seres como tú sólo que más pequeños
como tú es la música que suena a tus espaldas.
Entramos y salimos de la noche y no se cuentan
por horas
la regeneración, la permanencia. Lo viste antes de entrar:
no tiene
casa, sus hijos tienen hambre.
Lo mismo que tú busca Orfeo vago
que te deja descender
sola mientras canta
si la ves
dile dile que aún la quiero.
ciencias naturales: el sistema cardiovascular.
lección 1
Un corazón tiene el tamaño de un puño
cerrado. Corazón y mano
se corresponden.
Van creciendo a la vez.
Sobre el pupitre cerré el puño
lo veía latir, lo abría y lo movía
imitando sístoles y diástoles
lo encogía de pena
enfrente del dibujo tembloroso
donde arterias azules y venas verdes
suspendidas en la hoja derramaban
su sangre de colores al vacío. Un corazón
como un puño
cerrado: si muevo
bien las manos quizá pueda
sentir el corazón no
sangrar aire
lección 2
Cada uno de los ruidos que se sienten
con la mano apoyada en las costillas
tiene un nombre. Cada uno de los ríos.
Al mar, si pudieran
cubrirlo con tablas de una orilla a otra
ocultarlo a los hombres que olvidan lo escondido
alguien de rodillas escuchando le daría
un nombre: Dios
infierno alma.
lección 3 (comprobación práctica)
entregaré tu corazón
a las bestias de los campos
y no lo tocarán
porque no es tuyo entregaré tu corazón
a las aves del cielo
ellas se posarán un minuto
sobre él porque no ha muerto
y mirando alrededor pensarán que las formas
de ratones no son solo de ratones
hay más cosas pequeñas y calientes
que palpitan voy a entregar tu corazón
al río
que conocía tu cuerpo y si flota
adornado de algas
con zapateros prendidos sobre él como broches
en pecheras reducido
el adorno a dos cosas que se mueven
que se clavan una en otra
sabré que es de carne
y si se hunde
y se vacía y se llena de agua y larvas
iré a buscarlo para asombro de los peces
acostumbrados
a que el cebo caiga al agua para ellos
no para el que lo ama
DOMICILIO ACTUAL
Cae fuera la lluvia de otoño
mansa terca impredecible como otras multitudes.
Desde el patio de luces mira un gato
creyendo probable que en la casa
el aire sea seco.
Se equivoca.
En las ciudades con tantos anticuarios
la gente juzga el olor del polvo
y con los ojos cerrados dice el precio
de tu falda por el ruido de la tela.
Yo, aunque sirvo
a dos señores, siempre llevo
la cabeza alta al andar y miro al frente
y amoldo por igual los pies a los zapatos
como líquidos distintos
en un juego de vasos comunicantes.
MÁS VARIACIONES SOBRE LO QUE HAN DADO EN LLAMAR EL VIEJO TEMA DE ABANDONAR LA CIUDAD
qué árboles tan mansos van quedando
atrás
son como el mío
que lame con las hojas el polvo en los cristales
de mi casa y no ve más de lo que ven
mis ojos
ni es más sabio
aun siendo más sereno. Los que han sido domados
no tienen corazón ni necesitan
órganos que se muevan y los nutran
son humanos ya, si ser humanos
es pensar y haber pactado con el polvo
como extremo único en fines y en raíces.
No lo dejé atrás en busca
de pureza: de afán de cosas nuevas
no pueden acusarme. La historia desconfía, pero juega
cada vez más cerca. Quedaban junto a él
un barro menos viejo,
la música. La ardilla sobrevive si acumula
bastantes nimiedades.
No sé lo que buscaba. Describir cosas
vivas no es cantar a la vida
ni es cantar a las cosas. Bajo las ramas
la vida es razón solo de sí misma
la diferencia entre el vivo y el sumiso
aquí tiene importancia. Los sientan separados a la mesa
sus corazones usan nombres diferentes.
No buscaba pureza, pero es cierto
que no hacer comparaciones se parece a estar vacía.
Qué árboles tan míos reconozco:
no son sabios, no quieren
ser severos. En el cristal
de las hojas no nacidas late aquello
que entienden por pensar, por huir del polvo.
Ruth Miguel Franco (León, 1979)
es filóloga. Ha publicado en Rialp La muerte y los hermanos, Accésit del Premio Adonáis 2011. También ha sido incluida en diversas antologías y ha colaborado en varias revistas. Además de ediciones críticas y estudios de obras latinas y medievales, ha traducido a Braulio de Zaragoza, Louise Glück, W. S. Merwin, Pascal Quignard y Amelia Rosselli.