Y yo sigo avergonzándome

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Al ministro de Asuntos Exteriores de España, José Manuel García-Margallo, no se le cae la cara de vergüenza. ¿Por qué iría a ser así? ¿Por qué si él considera a América Latina sólo como un lugar para seguir raspando oro aunque ahora se llame de otra manera? ¿Por qué si a él le importa un carajo lo que digan los pueblos de las Américas?

 

Pues yo sigo avergonzándome. En 48 horas he tenido que ver y escuchar cosas alucinantes. La selección española de fútbol (una multinacional más) se lleva 3 millones de dólares de Panamá mientras el presidente de la Federación Española, Ángel María Villar, le regala una camiseta del equipo con su nombre a Ricardo Martinelli, presidente de ese país denunciado hasta la saciedad por las organizaciones de Panamá (y de Italia) por corrupción y por violación sistemática de los derechos humanos.

 

Ahora, lo recibirá García Margallo encantado en Cádiz. Allí comienza la Cumbre Iberoamericana desconociendo la historia y pisoteando el presente. La historia porque fueron los constituyentes de Cádiz los que desconocieron a los independentistas americanos, los que empujaron al autoexilio a españoles como José Blanco White, los que rechazaron cualquier posibilidad de un hermanamiento horizontal con unos territorios que reclamaban su derecho a la autodeterminación pero que aún en 1812 contemplaban la posibilidad de una nueva relación con esa España supuestamente liberal de la que hablaba la tan celebrada (como desconocida e inútil) Constitución.

 

Del presente ya se encarga el ministro, mero secretario de lujo de la patronal española. Dice García Margallo que la Cumbre va a discutir lo que le interesa al ciudadano (será al ciudadano empresario español, por supuesto). “Para eso vamos a discutir de infraestructuras, que es en lo que se ha materializado hasta ahora el proceso de integración regional americana y en el que las empresas españolas tienen mucho que hacer”. Es decir, el negocio, el negocio en una sola dirección. Por si acaso hay dudas, el ministro recuerda que “España ha estado en los malos momentos con Iberoamérica y ahora es probable que sea Iberoamérica la que tenga que ayudar un poco más a España”. Se debe referir a la estafa de los FAD (Fondos de Ayuda al Desarrollo) que, a cambio de un mínimo porcentaje a fondo perdido, ha prestado dinero condicionado a Latinoamérica para que compren a empresarios españoles. O quizá se refiera a la ayuda de Telefónica, Endesa, Gas Natural-Fenosa o Repsol, que han esquilmado varios países de la región para ayudarles a sacar recursos naturales y económicos.

 

No me extraña que los presidente de Uruguay, Venezuela, Argentina o Cuba hayan puesto excusas pintorescas y sanitarias para no llegar hasta Cádiz. Tampoco me extraña que se haya evitado a los invitados de Guatemala o Paraguay… no hay que airear demasiado los trapos sucios de las “viejas colonias”, como las denomina hoy el ex diario libre de la mañana (El País).

 

Lo que me temo es que me volveré a avergonzar cuando lea las crónicas de muchos de los periodistas acreditados, tan ignorantes, eurocéntricos y soberbios como el ministro… ¿Cuándo se acabará esta relación insana de España con los territorios que un día invadió y que tanto entonces como ahora saquea?

Me perdí en Otramérica, esa que no es Iberoamérica, ni Latinoamérica, ni Indoamérica, ni Abya Yala... y que es todas esas al tiempo. Hace ya 13 años que me enredé en este laberinto donde aprendí de la guerra en Colombia, de sus tercas secuelas en Nicaragua, de la riqueza indígena en Bolivia o Ecuador, del universo concentrado de Brasil o de la huella de las colonizaciones en Panamá, donde vivo ahora. Soy periodista y en el DNI dice que nací en Murcia en 1971. Ahora, unos añitos después, ejerzo el periodismo de forma independiente (porque no como de él), asesoro a periódicos de varios países de la región (porque me dan de comer) y colaboro con comunidades campesinas e indígenas en la resistencia a los megaproyectos económicos (porque no me como el cuento del desarrollismo). Este blog tratará de acercar esta Otramérica combatiendo con palabras mi propio eurocentrismo y los tópicos que alimentan los imaginarios.