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Mientras tantoActor + dramaturgo: Quique Fernández

Actor + dramaturgo: Quique Fernández


Quique Fernández es un actor conocido en la cartelera madrileña, pero su faceta como dramaturgo en la Compañía Teatro Secreto -de la que es fundador junto a Rosalía Martínez-  es más desconocida. Aprovechamos que durante el mes de noviembre estarán el cartel dos de sus obras -en las que también actúa- para charlar con él y acercarnos a su trabajo. Les aconsejo que no se lo pierdan, sus propuestas merecen la pena dentro de la vorágine del teatro madrileño.

Os pudimos ver hace algún año en La Sala Usina con El guante y la piedra, monólogo sobre la vida de un boxeador con el que viajásteis fuera de España y con el que regresáis en noviembre al Teatro del Arte. Supongo que la experiencia fue enriquecedora, pues os habéis animado con un nuevo montaje: Plaza Avellaneda.

Sin duda, el resultado de este monólogo, que además fue nuestro primer montaje como compañía, nos alentó mucho en cuanto a los nuevos proyectos. La respuesta de la gente, el entusiasmo con que recibieron la obra, fue y continúa siendo, algo muy gratificante.

¿Qué le lleva a un actor a escribir sus propios textos -un actor, que por otro lado, no deja de trabajar-?

Bueno, ante todo me cuesta tener esa imagen de mí mismo: la de un actor que no para de trabajar, quizá porque el trabajo en general suele ir de la mano de una retribución económica y ya sabemos que en teatro no siempre es así. Pero sí soy consciente de que estos últimos años, he trabajado más que nunca en toda mi carrera y que en mis 11 años en España. Y me siento infinitamente agradecido.

En cuanto a la inquietud por la dramaturgia, creo que tiene que ver directamente con la salud emocional. Hace poco leía que una de las formas de gestionar las emociones, de procesarlas para que no se transformen en cosas nocivas para uno, es a través de la expresión artística

Cuando escribí El Guante y la Piedra por ejemplo, fue bajo la necesidad de “purgar” una situación que acababa de vivir, y que necesitaba transformar en algo, ya que no podía hacer nada para cambiar la situación en sí. El teatro siempre me ha permitido esa transformación, ese poner fuera aquello que dentro se volverá tarde o temprano una dolencia o algún tipo de rencor. Y por supuesto, escribir es también la necesidad de comunicar, de compartir algo que nace como una inquietud personal y que en la confrontación con el público, crece y se transforma.

¿Se parece en algo la labor del actor con la del autor?, ¿en qué se beneficia tu escritura de tu experiencia como actor?

Creo que se parecen, sí, quizá por eso hay muchos actores que son a la vez dramaturgos. El conocer el teatro desde el escenario, esta posibilidad de contar una historia y ser escuchado, hace que uno quiera también contar sus propias historias, hablar de la propia poética.

Y en sentido inverso, creo que el ser actor por una parte ayuda en la tarea del dramaturgo, porque ya hay una disposición a un mundo de imágenes, y por otra parte creo que lo limita, porque uno suele escribir en términos del espacio escénico y esto limita el mundo creativo. Cuando escribí Plaza Avellaneda por ejemplo, no podía dejar de pensar en función de lo escenográfico, de las cosas que luego hay que resolver a nivel de puesta en escena, y eso es algo que no debiera estar en la cabeza del dramaturgo. Algo de esto mencionaba Mauricio Kartun; “Uno de los errores que más dificultan el dinamismo de las imágenes en el trabajo del autor, su fluir, es la práctica ingenua de concebir esas imágenes sobre un escenario” Escritos 1975-2005. Estoy totalmente de acuerdo con él.

Dicen que un autor de teatro al escribir visualiza la obra dentro de su cabeza; ¿por qué decidiste que fuese Rosalía Martínez la que dirigiese el montaje?

Ante todo considero la labor del director absolutamente necesaria para cualquier espectáculo, y yo sé con certeza que ese mundo no me pertenece. En cuanto a por qué Rosalía, la verdad es que valoro mucho su forma de trabajar. Los montajes que pude ver bajo su dirección, me gustaron mucho, creo que tiene una gran capacidad de síntesis en el manejo del espacio, y una gran intuición al trabajar con los actores, llevándolos a esos lugares donde puedan expresar más y mejor, creo que su trabajo como directora no tiene nada que envidiar al de cualquiera de los directores que hoy están en el top del mercado.

Como deciamos al inicio Plaza Avellaneda es vuestro último montaje, en él incorporáis en el reparto a Diego Lorente, y se estrenó este verano en Matadero dentro de la programación de Fringe 13, ¿cómo fue la acogida del público?

Fue realmente genial, siempre existe una gran incertidumbre a la hora de mostrar un trabajo en el que se han invertido horas, creatividad, ilusión, dinero y esfuerzo de amigos que se suman desinteresadamente al proyecto, y en este caso la retribución fue totalmente positiva, las impresiones que recogimos en Fringe 13, nos alentaron muchísimo a seguir girando este espectáculo

Volvéis con la obra a Kubik Fabrik y luego tengo entendido que os vais de gira a Argentina.

Así es, volvemos a Kubik donde nació este proyecto, los sábados de noviembre. Y luego en enero del 2014 tenemos este viaje a Argentina, en particular a Mar del Plata, lo cual es para nosotros doblemente satisfactorio, porque los tres nacimos en esa ciudad y vamos a tener la oportunidad de llevar un trabajo que podrán ver nuestras familias a 12.000 kilómetros de distancia de donde fue creado. Estamos muy felices con este viaje.

¿De dónde nace la compañía Teatro Secreto?, ¿cuáles son vuestros objetivos a medio plazo?

Nace de la necesidad de trabajar, de estar en activo. En 2009 yo estaba pasando por uno de esos periodos en los que el teléfono no suena más que para recibir ofertas de telefonía móvil. Y además acababa de perderme la posibilidad de uno de estos casting cerrados. A veces la angustia del actor no pasa por ser elegido o no en una audición, sino por poder acceder tan siquiera a un casting y mostrar el propio trabajo.

Fue en agosto de ese año cuando le propuse a Rosalía montar El guante y la piedra, eso significó el punto de partida de la compañía y también en mi caso, una reconciliación con la profesión. En cuanto a objetivos tenemos el de conseguir darle a Plaza Avellaneda el rodaje que merece, volver con funciones de El guante y la piedra en noviembre y también el montaje de un nuevo unipersonal en el que trabajo actualmente.

¿Es difícil para un creador escénico encontrar espacios para concebir y exhibir sus montajes?

Por una parte creo que no, porque en Madrid hay un muy buen circuito de salas alternativas, pero también es cierto que la gestión de algunas de estas salas deja mucho que desear. En ciertas salas cuesta mucho acceder a que reciban el material de un determinado proyecto. Y ya si se trata de teatros públicos esta dificultad se vuelve infinita, a día de hoy jamás logramos que algún programador de estas salas públicas viniese a ver alguna de nuestras obras. Es entonces cuando uno siente que hay circuitos de teatro que parecen reservados a algún tipo de elite teatral, que parece ser que no integramos, aún.

Hace unos años que en España se habla de la etiqueta Teatro Argentino para reunir a una serie de directores y dramaturgos de aquellas tierras que vienen haciendo un realismo ágil, con humor y gran acogida por parte del público. Vosotros, ambos argentinos, ¿qué opináis de esta etiqueta?, ¿tiene algo que ver con vuestro trabajo?

Creo que tiene que ver con nuestro trabajo en cuanto a que nosotros, tanto actores como directora, nos hemos formado en el teatro allí, entonces para bien o para mal, ese es nuestro estilo de trabajar, nuestra escuela. Sí es cierto que como creadores nos gusta mucho trabajar desde la verdad (llámese naturalismo o naturalidad) sobre el escenario, pero creo también que no todo el teatro argentino está dotado de ese mismo estilo.

El Teatro Argentino goza de gran vitalidad y ha dado lugar a algunos montajes memorables en los últimos años y algunos textos que han hecho transitar a la dramaturgia por nuevo caminos. Pareciera que para un argentino es más fácil hacerse un hueco en el teatro español. Supongo que esta afirmación es una tontería, ¿cuál es vuestra experiencia?

En alguna época puede que haya resultado fácil para algunos argentinos insertarse en el mercado teatral español, quizá por esto de la novedad, o el acento, o porque la escuela argentina está muy bien valorada. Pero por otra parte, y hablo exclusivamente por mis sensaciones, la figura del inmigrante dentro y fuera de uno, puede llegar a ser una constante sombra, y esto no es culpa de nadie, es algo que tiene que ver más con el individuo, pero que por supuesto, afecta al éxito que pueda uno tener. Por eso no creo demasiado en los colectivos de ningún tipo. Creo que uno tiene la facilidad que le permite su forma de ser.

No obstante esto último, hoy me siento totalmente afortunado de poder estar haciendo tanto teatro rodeado de profesionales a los que admiro y que han confiado en mí para estos proyectos.

¿Qué se encontrará el público que vaya a ver Plaza Avellaneda?, ¿por qué no sé pueden perder este montaje?

En Plaza Avellaneda el público podrá ver una relación de amistad, podrá divertirse con las diferentes etapas en la vida de estos dos amigos. Todos hemos sido niños y adolescentes, todos hemos tenido algún amigo en particular, en el que depositamos toda nuestra fe, todos hemos sentido decepciones. En esta obra podremos transportarnos a diferentes espacios que nos resultarán cercanos y también a un desenlace inesperado, un hecho fortuito del destino o el azar que cambiará el rumbo en la vida de Ángel y Rubén para siempre.

El público no puede perderse este montaje, ni muchos otros que hay en las salas alternativas de Madrid, porque es precisamente en sus manos donde está el futuro de la cultura de este país, ya que evidentemente, si fuese por el gobierno de turno, actores, músicos, profesores y todo tipo de artistas y maestros debieran ser erradicados del territorio, tal es la saña con la que se han lanzado hacia todo lo que pueda despertar algún tipo de inquietud en la gente. Por tanto, el público debe asistir al teatro, hoy más que nunca.

Antonio García

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