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Mientras tantoDe mi diario : Semana 35 / 2017

De mi diario : Semana 35 / 2017


 

Weiß/Colonia, 27.8.

2:00 am : El secreto de Adalaine, una peli a la que se le podía haber sacado mucho más partido. La línea argumental es fascinante: una mujer que sufre un accidente de tráfico a consecuencia del cual se detiene su vida a los 29 años, y recién ochenta años después conoce a alguien por el que vale la pena renunciar a la inmortalidad. A falta de más conocimientos en otras lenguas soy de la opinión que la pionera en este sentido es una comedia de Jardiel Poncela, la divertidísima Cuatro corazones con freno y marcha atrás, y la obra maestra del género, sin duda de ninguna especie, es El día de la marmota [o Atrapado en el tiempo]. Sin olvidar la peli en la que por vez primera tuvo un papel de importancia doña Marilyn Monroe, Me siento rejuvenecer, una de las muchas joyas que le debemos al ingenio de Howard Hawks. Aunque a decir verdad, desde que la vi por primera vez me he preguntado si los guionistas no conocerían la obra de Jardiel, que es de 1936, mientras que la peli se rodó en 1952. Honni soit qui mail y pense!

 

Estuve en un tris de pedirle a Diny que fuese sola a casa de Katya & Ritch, donde estábamos invitados a comer. Fue al levantarme de la cama, que sentí un cimbronazo insoportable de dolor en la mitad derecha de la espalda. Hice de tripas corazón, desayuné, me afeité, tomé una ducha lo más caliente posible y la cosa se volvió soportable. Qué bueno que así fuera porque la reunión con esos dos jóvenes queridos fue de lo màs sabroso. Todo el tiempo charlando de una manera incansable acerca de literatura, cine y música de cine, de la que Ritch nos puso como fondo una selección sensacional. Eso además de que se distinguió notablemente como cocinero con unos Flammkuchen de rechupete.También hablamos bastante de Nueva Zelanda, adonde viajarán en noviembre, por varias semanas, recorriendo ambas islas. Y con Katya un escorzo acerca de la frase final de los cuentos de hadas, distinta en todos los idiomas que conocemos. Se ríen mucho cuando les digo la versión española («Se casaron y fueron felices, y comieron muchas perdices»). Creo que con ello tengo el tema para una nueva columna.

 

Violeta, en Karakogrado, la capital de Venezuelistán, lee mi diario y «con todo respeto» me señala un error en mi lectura de Fahrenheit 451: «La comunidad a la que llega Montag no es la única. Es la más cercana a él. Los otros le dicen que hay otros «libros» en distintas partes del país. Eso nos hace pensar que igualmente habrá iguales comunidades y «libros» en otros países, por ende en otros idiomas. De todas maneras, la novela termina con una guerra nuclear, así que quizás al final no se salvan ni los libros ni los seres humanos». Y como tiene toda la razón del mundo y de Jerez, se la doy. Aunque se me hace cuesta arriba pensar en un ruso aprendiéndose de memoria Guerra y Paz; se necesitarían al menos diez rusos, y poner de acuerdo a diez rusos en algo que no sea beber vodka tan sólo sería posible por obra y gracia del realismo mágico. 

 

Weiß/Colonia, 28.8.

Comencé con la lectura de los dos episodios protagonizados por Malcolm Fox, un detective del departamento Asuntos Internos de la policía de Edimburgo, creado por Ian Rankin en una pausa de la saga de John Rebus. Una saga que a partir de su episodio 18.º ya cuenta con esos dos protagonistas, Rebus y Fox, de tal manera que se pueden leer ambas sagas en paralelo. Es una gran idea, y creo que totalmente novedosa en el microcosmos de la novela policial. Malcolm Fox carece del carisma, del tirón raigal de Rebus, pero es también alguien con una personalidad certeramente definida por el autory muy parecida moralmente a la de Rebus. Por lo demás, en los diálogos brilla la misma chispa que Ian Rankin maneja tan bien. DS Tony Kaye, la mano  derecha de Fox, le pregunta: «”¿Algo más que debería saber?” Fox denegó con la cabeza pero  luego se le ocurrió una pregunta: “Te oí decir que le mentiste a tu esposa la mañana siguiente a vuestra noche de bodas”. “Sí”. “¿Qué le dijiste?” “Que era buenísima en la cama”».

 

José María me escribe desde su Beatus ille caribe, luego de leer mi diario: «Veo que te pasa como a mí, lo único que odias de la tecnología es que se te caiga «la señal». Tus vicisitudes del fin de semana te dejaron técnicamente «mamado»». Le contesto ipso fuckto: «Juan Ramón dejó dicho en uno de sus mejores poemas: «La transparencia, Dios, la transparencia». ¡Quién sabe si de vivir hoy no hubiese escrito: «La dependencia, Dios, la dependencia»!»

 

Weiß/Colonia, 29.8.

Vamos a comer a La Modicana, con Claudia, y cuando le pregunto qué tal sus vacaciones en Buénaga me cuenta que en realidad estuvo en la provincia de Granada, en un pueblito costero que se llama Torrenueva. ¡Para qué me lo dijo! Me cayó memoria abajo una avalancha, un alud incontenible de recuerdos. Torrenueva, y pasado Torrenueva el cabo Sacratif con su faro, y en la ladera oriental, como un canasto de flores, La Chucha, uno de los pocos paraísos que quedan en el mundo. Uno de los lugares donde he pasado algunas de las horas más hermosas de mi vida, con Hilda y Pepe, luego sòlo con Hilda. Fui la primera vez en 1979, solo, en junio, para festejar allí mi 40.º cumpleaños, en una pausa entre el viaje a Las Palmas de Gran Canaria (Ier. Congreso de escritores en lengua española) y el viaje a Dublín (75 años del Bloomsday, cuando nadie lo celebraba en el propio Dublín, nada más Willy y yo); y fui la última vez en el 2010, con Diny, a principios de junio. Hilde entretanto ha muerto, sobrevivió 31 años a Pepe. Y hace ya un par de meses, en Torrenueva, murió Nono. De las dos parejas que cofundaron El Butacón, en 1976, en  Hamburgo, sólo sobrevive Cheme. Denle los dioses larga vida, que bien se lo merece.

 

Le escribo a Alfonso: «Tal como van las cosas, este domingo puedo tener tres entregas de mi diario en la primera plana [de Fronterad]. Como es lógico, me dan más ganas de llorar que de reñir». Recién después de enviado el email me doy cuenta del traspiés con el teclado (están al ladito las teclas del acento “´” y la letra “ñ”), pero en último término quizá se trate de aquello que llaman “un error freudiano”. Y espero que Alfonso se dé cuenta de que no hubo una mala intención en mis líneas. Oremus.

 

Desde Rolópolis me escribe Ibsen para decirme que «ayer se conmemoró el nacimiento de Mutis. Anoche releí su singular poesía. Como no tengo con quién más, festejo contigo, que lo conociste y a quien él quiso mucho. ¡Me hubiera gustado conocerlo también!»  Le contesto«Bueno, la fecha que tengo anotada en mi calendario perpetuo (en la cocina, es mi primera lectura del día, al levantarme e ir a abrevar un gran vaso de agua, todas las mañanas) es el 25 de agosto. Y todos los 25 de agosto, a media tarde en Colonia (hora europea), lo llamaba a Álvaro, en México, y platicábamos un rato tras el amago de cantarle «Las margaritas», una serenata de mi invención, y a la que él le ponía fin con un «Ya estuvo suave, Baden Powell», porque odiaba la música de rondalla. En fin, que te agradezco que hayas pensado en mí al leerle, y te mando anexo un texto que publiqué en El Espectador bogotano y que lo retrata, si no de cuerpo entero, al menos bastante».

 

Weiß/Colonia, 30.8.

Embebido en la lectura de la saga de Malcolm Fox antes de que corra paralela con la de John Rebus. Decididamente creo que mi descubrimiento del año es el de ambas sagas. Y hasta me apena pensar que, acabado este, tan sólo me quedan tres episodios por delante.

 

Weiß/Colonia, 31.8.

Me mandan desde Bogotá el contrato para el libro de cuentos que me quieren editar allá y les escribo, aceptándolo, no sin hacer las siguientes observaciones: «Al respecto sólo señalar mi sorpresa de que en lo que se refiere a los derechos de traducción el editor se lleve el 70% y el autor el 30%. Conste que mi sorpresa es puramente retórica, porque como estoy 100% seguro de que el libro nunca se traducirá, es posible que también firmase el contrato si el autor (=yo) debiera subvencionar la traducción. Como mis habilidades en el terreno virtual son limitadas (bah, no quiero presumir: ni siquiera existen), envío asimismo anexo el facsímil de mi firma para que lo puedan encarretar en el lugar que corresponde al pie del contrato. ¡OJO! : Sólo aceptaré que usen esta firma en relación con ese contrato de edición adjunto; si la empleasen para cambiar a su favor los términos de mi testamento, sería inválida». BI me explica que se trata de un contrato–fórmula: «A mí parecería razonable que las ganancias de una traducción se repartieran 50/50 y así voy a proponer que lo pongamos». Le contesto: «Gracias por tu mail y la propuesta que contiene, de la cual, si prospera, espero que luego no te arrepientas; quiero decir, claro está, que estoy por completo seguro de que el libro nunca se traducirá. Un abrazo desde la planchada del último ferry nocturno a Escocia».

 

Weiß/Colonia, 1.9.

1:00 am : The Kids Are All Right [Los chicos están bien] es una peli que amo y de las más humanas y serias rodadas en lo que va de siglo. He tenido y tengo amistad con parejas lesbianas, con hijos (una en el mismo caso que las protagonistas de la peli), y el 26.6.2002 escribì en este diario al respecto del encuentro con una de esas parejas, durante unas vacaciones que hicimos en Ámsterdam: «El día casi entero, de 11.00 a 20.00, en Vinkeveen, con Netty & Frida. Con la lancha automóvil por los canales y los lagos de la zona. Quizás demasiado sol, pero lindísima la sensación de que es posible una cierta porción de Paraíso. Frida me explica que no se trata de canales o lagos naturales sino provenientes de haber sido anegadas las excavaciones de turba que había en estos lugares. Un paisaje semejante es el que encontró el grupo de artistas que se refugió en Worspede, donde Rilke conocería a Clara Westhoff, con quien terminaría casándose. Por la tarde, de regreso en la semicolonia de semimarginales automarginados donde viven, conversación con ambas acerca de cómo las niñas de Frida aceptaron, o no, el que su madre comenzase una relación con Netty. La menor, la cuarta de ellas, Mariëlle, era casi un bebé. Recién cuando las acompañó a una reunión de parejas homosexuales con hijos comprendió que ella no era la única en el mundo con ese problema y terminó asumiendo la situación. Hoy, según he podido comprobar, Netty es para ella una especie de segundo padre». En cuanto a la peli, sólo por verlos trabajar juntos a esos dos animales cinematográficos que son Annette Benning y Julianne Moore ya valdría la pena. Pero hay más, mucho más que la mera actuación de ellas dos. Una peli que se puede ver un montón de veces.

 

Según el diario, hoy es el Día Mundial de la Escritura a Mano, y lo celebran con una reverencia simbólica: un artículo manuscrito de uno de sus redactores, reproducido facsímil en la portada. Es una buena idea, pero curiosamente documenta que el uso del teclado afecta de una manera irremisiblemente negativa la calidad visual de la escritura manuscrita. Yo he conseguido leerlo sin problemas, pero es porque he escrito a mano hasta bien entrado el nuevo milenio, el diario de navegación de nuestro viaje de 22 días, de Bremerhaven a Buenos Aires, en un carguero de contenedores, lo escribí integro a mano y es de una legibilidad intachable (digo la letra, no el contenido, el contenido sólo los dioses saben si lo es).

 

Cuando hace un mes acudí a mi cita con la pedicura me encontré el lugar cerrado y un aviso en el ventanal, el consultario quedaba cerrado por fuerza mayor y se daba un número de teléfono para contactar. Como está a la vuelta de la esquina, Diny ha ido varias veces a mirar, y hoy me dice que a través del ventanal (techo a suelo), como se ve todo el interior, ha descubierto que los anaqueles están vacíos y ha desaparecido el aviso y la impresión que le da es que debe de haber pasado algo grave y definitivo para que se cierre un consultorio con tan buena clientela. Tendremos que empezar a pensar en poner nuestros pies en otras manos.

 

Las entrañables Tola y Maruja citan hoy en su cuenta Twitter mi columna en EE :


 

Weiß/Colonia, 2.9.

2:45” am : Doy fin, leídas de una sentada, a las 462 páginas del 19.º episodio de la saga de John Rebus (y cuarto en la de Malcolm Fox). Es una pareja igual, pero con los papeles cambiados, a la de Martin Beck y Gunvald Larsson en la mìtica serie de Maj Sjöwall y Per Wahlöö: en la de Ian Rankin es Rebus, el viejo, el más echao p’alante, el que se salta a la garrocha la ortodoxia policial y aplica sus mètodos heréticos para resolver los casos que se le plantean, mientras Fox, el joven, es la imagen misma del orden y el rigor. Pero en este episodio, donde por primera vez trabajan juntos, acaban de descubrir que se complementan de puta madre. Eureka!

 

Ayer el diario anunciaba en primera plana el Día Mundial de la Escritura a Mano y hoy anuncia la puesta en marcha de un proyecto hermoso, “Poesía en botellas mensajeras” (si a las palomas mensajeras se las llama así, ¿por qué no llamar botellas mensajeras a aquellas donde confiamos nuestros mensajes?) La idea original se debe al escritor turco Dogan Akhanli, que ya la probó el mes de junio acá en Colonia, donde vive exiliado, antes de viajar a Granada, donde la policía española lo detuvo en base a una pesquisa iniciada desde Ankara vía Interpol. El sátrapa abusa de los instrumentos internacionales para intentar darle caza a sus opositores. Akhanli sigue en cuarentena, en España, hasta que Ankara concrete, ante la Justicia española, las razones de su persecución policial. Y en Madrid, donde reside, Akhanli lanzó ayer su mensaje en una botella de leche al Manzanares, que con suerte llegará al Jarama, y del Jarama al Tajo, y por el Tajo a Lisboa, y a lo mejor hasta atraviesa el estrecho de Gibraltar y recala en Estambul. La idea es que renombrados escritores lanzen botellas con mensajes al mar o al río más cercano, enviando copia facsímil a tres grandes diarios alemanes (de Fráncfort, de Berlín y el nuestro de Colonia) que las reproducirán en sus páginas culturales. Hoy, amén del texto de Akhanli, se reproducen los de las escritoras alemanas Noos Bossong, que echó el suyo a las aguas del Spree en Berlín, y Hannah O’Brien –casada con un irlandés, de ahí su apellido– a las del Rhin acá en Colonia; además el del autor turco Burhan Sönmez, quien arrojó al Bósforo un mensaje estremecedor que dice así: «¿Hay alguien ahí afuera? ¿Pueden oìrme? ¡Eh! ¿Hay alguien ahí afuera?» Creo que voy a pedirle a Arcángeles que tire una botella con un mensaje al Caribe en Chetumal, y a Héctor otra al río de Medellín, con la loca esperanza de que atraviesen el Atlántico, penetren al Rhin por Rotterdam y detengan su odisea en la orilla del río al final de nuestra calle. Yo mismo las llevaría a la redacción del diario.

 

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