
Te voy a hablar de John Galliano.
Nunca me ha interesado la moda. Ni el mundo que la rodea. Ese paradigma de la frivolidad. Pero el otro día vi un documental, Auge y caída de John Galliano. Soy curiosa.
Resumo: genio absoluto, fichado por Dior, 32 colecciones al año, trabajo, trabajo, 20 veces trabajo. También muchas fiestas, claro. Alcohol, todo, coca, toda, benzodiacepinas, todas. Aparece muerto su hermano del alma porque se cae por las escaleras de su casa drogadísimo. Su padre, que nunca le aceptó y del que toda su vida buscó su aprobación, se muere. Galliano sigue su huida hacia delante. A punto de despeñarse hacia la nada. Un genio, no lo olvidemos. Sí, mucho dinero. Ya. El dinero ayuda. Lo sé. Y le va a ayudar. Pero no es lo más importante. El dinero (casi) siempre se puede conseguir.
Un día, puesto hasta las trancas, enloquecido como un alacrán cercado por el fuego, insulta a unos que no conoce llamándoles judíos de mierda y grita viva Hitler, etc., conocemos los hechos. Le denuncian. Le despiden. Le tiran a la basura. Le borran.
Se salva.
2023
Ahora estoy limpio y sobrio. Desde hace once años.
Estoy en un lugar mucho más hermoso y no paro de crear.
He visto lo que está haciendo y es de otro mundo. Te guste o no, te interese o no, sigue siendo un puto genio, o más, incluso.
Él y lo que hace pertenecen a un reino que nadie sabe donde está.
