
Yo nací en la madrileña calle de Arturo Soria -España- Puedo decir que he viajado bastante, pero mi base siempre ha estado en lo que antes era una ciudad dormitorio y ahora simplemente una ciudad: Torrejón de Ardoz.
Sin entrar a valorar si mis motivos convencen o no, lo cierto es que mis experiencias vitales me han llevado a una incuestionable realidad en la que tengo serios problemas para sentirme orgulloso de pertenecer a un sitio o a otro, y me explico. Entiendo que, como individuo de la especie humana, he desarrollado toda una serie de habilidades sociales con las que soy perfectamente capaz de relacionarme con mis semejantes. Sobra decir que eso no es en absoluto excepcional ya que la interacción con los otros no es sino una más de las características que nos definen. Bien. No tengo duda de que nuestra capacidad para unirnos en sociedades es una de las claves de nuestro éxito como especie; somos capaces de comunicarnos, de aprender unos de otros, de aprovechar los conocimientos de los demás para nuestro beneficio, de convencer y de ser convencidos… toda una enorme serie de ventajas que no han hecho más que confirmar que vivir en grupo es un acierto.
El problema viene después. Existe algo innato en el ser humano que nos lleva a ir unos pasos más allá de la simple organización de las personas en sociedades. El sentimiento de equipo y de pertenencia trae aparejado en demasiadas ocasiones otro de recelo hacia la comunidad que no es la tuya, y aquí es dónde a mí parecer se plantea un dilema de lo más interesante entre nuestra parte racional y la más instintiva y primaria -ambas igual de humanas, por cierto- Son muchas las personas que declaran con orgullo y total convicción que serían capaces de morir por su patria, y en algún momento de nuestra evolución hemos acordado que ese sentimiento es noble, valiente y admirable; no seré yo quién diga lo contrario, sólo pregunto: ¿Por qué? ¿Qué lleva a un español a odiar a un francés por el hecho de serlo? ¿Qué hace que un madridista desea la muerte de un culé, o que un protestante pueda atentar contra la vida de un católico? ¿Qué aporta de positivo para la especie humana que un blanco deteste a un negro o que un heterosexual legisle en contra de las prácticas sexuales de un gay? No conozco las respuestas, claro, pero me fascina porque entiendo que choca radicalmente contra nuestra preciada racionalidad. Si bien es cierto que existen motivos para sentir más empatía y afinidad por alguien con quien compartes costumbres, idioma y creencias mitológicas, no es menos cierto que la casualidad de haber coincidido geográficamente no es garantía de calidad humana. Cuando oigo frases como “prefiero que se lo lleve ese que por lo menos es español” no podría censurarlo, pero me invade la curiosidad porque lo cierto es que no lo entiendo. Quien enuncia la frase no conoce a ninguno de los pretendientes, el español puede ser la mejor de las personas, pero también puede ser el mayor de los sinvergüenzas…
Soy del todo consciente de que esto que intento contar aquí es perfectamente inútil porque las cosas son cómo son. Cuando el Atlético de Madrid vuelva a ganar la liga -que algún día pasará- sus aficionados saldrán a la fuente de Neptuno, beberán, romperán marquesinas, harán más el amor a sus parejas y encenderán puros a modo de celebración; pasarán días sumidos en la felicidad y el buen humor porque unos hombres a los que no conocen, ni llegarán a conocer nunca, han sido capaces de vencer en una competición deportiva en la que ellos no han tenido ningún papel. Sé que es así, que los ciudadanos de un país se sienten orgullosos cuando otro, que nació dentro de las mismas fronteras quinientos años antes, escribió un libro que se convirtió en un clásico como si eso quisiera decir que tienen algo que ver con la creación de la obra (“nosotros tenemos “El Quijote”)
El ser humano ha aprendido a fumar, ha descubierto que fumar mata y ha seguido fumando. El ser humano aprendió a proveerse de alcohol, observó que la ingesta de alcohol y la conducción provocan muertes, y bebe y conduce. El ser humano creó el partido Nazi, el partido Nazi trajo una guerra mundial en la que murieron millones de personas y ahora en Austria o en Holanda se desempolvan ideas nazis… somos una especie única que alardea con motivo de su capacidad para razonar pero que se guarda convenientemente su prerrogativa de no usarla.