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Mientras tantoETA y su Alto el Fuego...

ETA y su Alto el Fuego…




Viendo hoy los
periódicos digitales, me he encontrado con dos cosas, por un lado
con el alto el fuego de ETA y por otro con que no recuerdo haber
escrito nunca explícitamente sobre la banda armada…

 

Hace años que sé que
desde sectores jóvenes de la izquierda más extrema de toda España
se ha llegado a ser respetuoso con algunas de las ideas del entorno
etarra. Yo mismo he sido invitado a eventos organizados por personas
de discurso ambiguo en el que se podía confundir el apoyo al
movimiento independentista vasco con la justificación del uso de las
armas. Esa ambigüedad ha hecho mucho mal a todos. Yo no soy vasco y
no conozco la realidad de ese territorio más allá de lo que unos y
otros me cuentan. Sé que hay vascos que no se sienten españoles y
que los hay igual de vascos que si; y nunca he visto dónde está la
justificación para odiar a los unos o a los otros por esto. Todos
tenemos derecho a sentirnos como nos diga el alma y lo que resulte de
ese derecho no nos hace ni mejores ni peores personas; no nos da ni
más ni menos razón y, desde luego, no nos convierte en más o menos
progresistas. A mi me parece bien que haya gente que se organice y
luche por sus ideales con independencia de si comulgo con ellos o no,
aquellos vascos que no se sienten españoles y que creen que deben
trabajar para crear un estado que les pertenezca únicamente a ellos
fuera de las fronteras de España tienen mi más absoluto respeto, es
su opción, su realidad y su vida. Entiendo que el problema al que se
enfrentan es enorme porque ¿qué vasco tiene más derecho que otro a
decir qué es o cómo debe ser Euskadi? ¿Tiene más razón el
independentista que el españolista? En un hipotético referendum
¿Qué porcentaje de votos sería suficiente para poder afirmar
rotundamente que “el pueblo ha hablado”? En repetidas ocasiones
he manifestado que mi experiencia vital me ha impedido entender qué
es eso que hay tan fuerte detrás de una bandera o un himno que sirve
para graduar a las personas en función de su lugar de nacimiento, me
cuesta ser fanático de una idea de nación, pero entiendo que otros
lo sean.

 

¿Y todo esto qué
tiene que ver con ETA? Nada. Una cosa es defender una idea y otra es
asesinar a alguien a quien ni conoces, o secuestrar, o extorsionar…
esto tres verbos quitan la razón a cualquiera que los conjugue. Un
día me encontré en una casa okupa en Euskalerria, allí habían
carteles de “No a la pena de muerte” de “Free Mummia” y de
“No a matar a focas para vestir a zorras”. Se odiaba a Bush por
sus guerras y a Israel por los asesinatos de palestinos… pero se
justificaban los asesinatos de ETA y las “víctimas colaterales”
resultantes de sus acciones. Era un discurso tan vacío,
contradictorio y carente de sentido que me cuenta entender qué podía
tener ese chico en la cabeza. Si vives con sus padres, tienes
internet en casa, acceso a la sanidad, a la educación, a los
polideportivos y a los campeonatos de mus, puedes sentirte oprimido
por el Estado Español, pero inventarse la delirante realidad
paralela de que Euskalerria es como la Franja de Gaza es una falta de
respeto a los palestinos que allí viven. En Euskalerria habrán
cosas que estén fatal, no lo discuto, pero ni los aviones de caza
lanzan misiles a la población civil, ni los helicópteros de combate
ametrallan casas y negocios, ni los carros blindados entran a sangre
y fuego por las calles, ni hay bloqueos de productos esenciales…
que nadie me malinterprete respeto al cien por cien a quien considere
que la situación en Euskalerria no es buena, pero mezclar realidades
es simplemente insostenible.

 

ETA ha hecho mucho mal
al movimiento independentista vasco porque ha conseguido que aquellos
que podían llegar a sentir simpatía, o incluyo apoyar su causa, se
desmarquen por completo. Han conseguido colocar sobre todo un pueblo
la sombra de la duda; se han creído legitimados para -en nombre de
un pueblo que nunca les votó- chantajear a sus propios compatriotas,
sembrar el terror en su propia tierra, asesinar a vascos que ellos
unilateralmente decidieron culpar de “alta traición a la patria”,
destrozar la vida de personas que nada tenían que ver con lo que
llaman “el problema vasco” y condenar a la cárcel o el exilio a
cientos de personas que hubieran sido mucho más útiles para sus
familias y su causa fuera de prisión.

 

Hoy nadie confía en
que el Alto el Fuego de ETA se pueda tomar en serio porque
directamente nadie confía en ETA. Me haría feliz que todo hubiese
acabado de verdad y la lógica diría que así debería ser, pero
sólo podemos sentarnos a esperar a que los encapuchados no cambian
de idea y un día nos toque morir mientras descansamos dentro de un
coche en un aparcamiento público.

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