
Hace tiempo que falto a
mi cita con Fronterad… de veras que lo siento, pero me cuesta
encontrar un hueco para mi, ese hueco en el que disfruto con el
egoísta placer de poner lo que pienso en palabras escritas; pero
supongo que la sociedad súper industrializada de siglo XXI, a parte
de cargarse la capa de ozono, nos aporta ese extra de estrés con
obligaciones, citas, viajes y trabajos que consiguen arrebatarnos
nuestros momentos de introspección ¿no? Y que conste que no es una
queja, es la simple constatación de la realidad. Mira que siempre
digo que tengo que buscarme más tiempo para mi mismo… asignatura
pendiente.
Hace unas semanas
estuve en Barcelona presentando mi nuevo disco. Allí me encontré
con una persona que me propuso un tema para este blog. Me dijo que no
acababa de entender a qué me refería cuando yo afirmaba que no
deberíamos tener ídolos. Para estas cosas me gusta tirar del
diccionario, la Real Academia de la Lengua dice que un ídolo es una
persona “admirada con exaltación” y como exaltar es “Dejarse
arrebatar de una pasión, perdiendo la moderación y la calma” la
explicación parece sencilla. Es cierto que como personas que somos
necesitamos de referentes que nos impulsen y nos inspiren, pero
también lo es que esos a los que colocamos en el altar de “ídolos”
en principio no son más que seres humanos corrientes que en algún
momento han conseguido destacar en una faceta determinada de la vida.
Michael Jordan fue un dios en la tierra, millones de personas le han
adorado porque significaba la excelencia en el deporte -mejor dicho,
en el baloncesto- él se convirtió en ídolo para toda una
generación, la mía, que quería ser como él. Dar esa
responsabilidad a una persona es injusto, y sobrellevar es
directamente imposible. Michael Jordan, Justin Biever, Fernando
Alonso, Cristiano Ronaldo… Belén Esteban, no son más que gente,
no son ni un ápice más ni un ápice menos que cualquier otro, son
exactamente igual de vulnerables, fantásticos y ruines que todos los
demás.
Yo crecí en el hip
hop, y allí aprendí que mucho más útil es marcar tu propio
camino, tratar de ser lo mejor posible en cada una de las infinitas
facetas que tiene la vida, no el mejor -eso sería imposible- sino lo
mejor posible. La chulería que me dio el Movimiento me impide ver a
nadie como mejor que yo, cualquiera puede serlo en su campo, siempre
hay alguien más fuerte, más rápido, más leído, más intuitivo,
más talentoso, más detallista… y de cada uno de ellos estoy más
que dispuesto a aprender, a picarme y a sentirme inspirado por él,
pero considerarle ídolo es colocarme a mi mismo en situación de
inferioridad, y eso, simplemente no puede pasar. Yo no inferior a
nadie. Ahí está la explicación de por qué yo no creo en la
idolatría, soy más de respeto, reconocimiento y admiración.