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Yo


 

Yo es el primero de los pronombres personales, y es el primero porque yo fui quien inventó nombres para los otros «yos» que sois tú, él y ella. Yo soy un planeta que flota solitario en medio del universo que yo rijo, y nadie nunca podrá vivir en mi yo porque vosotros orbitais a millones de años luz de distancia. Yo decido qué me parece mal y qué me parece bien,  yo me enamoro, yo me decepciono, yo me emociono, yo me quiero y yo me odio porque me sobran kilos, porque soy demasiado bajo, porque no me quieres, porque no llego, porque soy pobre, porque la vida es una mierda…

 

Yo estoy roto y nadie va a venir a arreglarme, así que tendré que ser yo quien recoja mis pedazos y me recomponga, y cuando vuelva a estar armado me volverán a sobrar piezas, porque siempre me sobran piezas cada vez que me rehago prometiéndome a mi mismo que esta vez será la definitiva; porque ahora yo soy más fuerte, más sabio, más maduro. Yo celebro los callos de mi corazón porque quiero convencerme de que evitarán que vuelva a sufrir, pero yo me miento a mi mismo… y en ocasiones hasta consigo engañarme. Pobre yo.

 

Yo soy especial y único, tanto como cualquiera, así que supongo que yo soy vulgar y ordinario. Yo quiero ser más y mejor, yo lanzo mensajes al espacio dentro de botellas suplicando atención y cariño, yo cruzo los dedos y rezo al dios que yo me he inventado para que alguno te llegue y que ese día coincida que tú estás receptivo. A cambio yo sólo puedo prometer que te corresponderé atendiéndote y dándote tu cariño… Aunque yo mismo sé que se me da demasiado bien romper mis promesas.

 

Yo soy un ladrillo, egoístamente yo necesito de otros «yos» fuertes porque deseo formar parte de una torre sólida y segura.

 

Yo me empeño en creer que puedo llevar más peso del que sé que soy capaz de cargar y necesito qué tú, él y ella me sigáis el juego. Yo soy un luchador, yo soy un luchador, yo soy un luchador, yo soy un luchador… Yo me repito lo que quiero ser porque yo aún creo que los deseos se cumplen. Yo no quiero, mejor, no necesito la realidad porque hace tiempo que yo decidí que no creeré nada que no vea y yo no sé qué es eso, ni a qué huele, ni cómo sabe. Yo soy real. Yo.

 

Yo tengo conciencia y consciencia. Yo regalo palabras, y sonrisas, y apretones de mano, y abrazos, pero no porque sea espléndido y dadivoso, sino porque se me acumulan y no me caben dentro. Yo soy complejo. Yo soy una casualidad porque mi madre podría no haber salido aquel día de casa… Pero aún así, en mi mundo yo era inevitable, era el esperado, el creador, el elegido.

 

Yo sueño, yo despierto, yo me afeito cada dos días, yo disfruto de los cereales del desayuno, de la miel y de una buena tertulia radiofónica con eso analistas súper listísimos. Yo leo libros de filósofia, de historia, de poesía, de zombis y de dragones. Yo hice del rap mi vida y le cuento a perfectos desconocidos interioridades que no me cuento ni a mi mismo. Yo no soy normal… Yo soy sólo uno más.

 

Vosotros y vosotras seguís a los mismos millones de años luz de mi yo que ellos y ellas, pero aunque sé que las estrellas del cielo nocturno están a distancias absurdas, la verdad es que mi cielo, el cielo de mi mundo, es estrellado y que esos puntitos blancos, tanto si puedo alcanzarlo como si no, forman parte de la manera en la que yo concibo las noches despejadas. Yo estoy lejos, pero yo estoy. Yo.

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