
Harto de sufrir y bajar escaleras…
De sudar langosta gorda (porque hay que comer al vapor)…
y controlar el peso justo con Primitivo…
Definitivamente el ejercicio en directo no es lo mío, así que me arrojo a los brazos del cirujano y que él obre el milagro. Porque la estética se impone, incluso en el más allá. Si no de qué iban las momias a estar tan secas ¡tratamientos de adelgazamiento! Como Cleopatra, que murió envendada ¡pero qué tipín! O como San Pedro, que se le representa siempre con túnica ¡porque sale de la sauna!
Pues decidido a retocarme me fui a Vodafone a que me hicieran la permanencia y de paso me corté un poco los puntos. Aunque uno va a operarse, tiene que llevar algo de serie. Es como tomar el sol antes de ir a la playa. Hay que demostrar actitud. Y muy importante es el aseo íntimo, que una vez al baño no hace daño.
“Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver” y aconsejado por una madre: «cámbiate de muda no vayas a tener un accidente». Imagínense una autopsia y que al desvestir al muerto empiezan a ver fajas reventonas, piernas celuleitosas y rabadillas peluseras. O peor aún, descubren tu cuerpo dentro de 500 años y los científicos de algún documental estilo ‘Vejestigios del siglo XXI’ empiezan a ver lo mal alimentados que estábamos, las enfermedades tan primarias que sufrimos o tratan de averiguar qué hacía una oveja enterrada con el difunto…