Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoDe mi Diario: Semana 05 / 2015

De mi Diario: Semana 05 / 2015


 

Weiß/Colonia, 25.1.

Ayer se cumplieron 40 años de la ejecución de un concierto inmortal, The Köln Concert, de Keith Jarrett, en esta afortunada ciudad. Y ni uno solo de los afortunados testigos del milagro podrá olvidar jamás esa noche del 24 de enero de 1975, cuando  en la Ópera de la ciudad se pudo llegar a creer estar tocando el cielo con las manos. Música de fondo para el día de ayer (olvidé consignarlo en estas páginas), y el concierto sigue siendo mágico. KJ ha dado después otros, en París, Viena, Tokio, pero nunca alcanzó en ellos el vuelo que su fantasía desplegó en Colonia. ¡Aleluya!, como dizque gritan durante sus orgasmos los miembros del Opus Dei.

 

Llamó Willy desde Ámsterdam, después del desayuno, inquieto porque acababa de leer mi diario y quería saber cómo andaba de mi depresión. Le atendió Diny porque yo había vuelto al catre apenas desayuné. Luego, a las 5 pm, cuando llevaba una hora leyendo el cuarto caso de Carl Mørck & su Departamento Q, y estaba a punto de rematarlo, me llamó Ibsen desde Bogotá con la misma inquietud que Willy, y me dijo que él tenía una teoría acerca de mi depresión, y es que padezco lo que él llama “el síndrome de Ganivet”, a consecuencia de leer y ver tantas series policiales escandinavas. Consigue que me ría y me alegra, me conmueve en el alma que se haya tomado la molestia de llamarme desde el otro lado del charco. Tanto que me olvido de decirle que la amante de Carl Mørck se llama Mona Ibsen, pero si lee mi diario como parecer ser que lo hace, puntualmente todos los domingos, entonces ya lo sabe por una entrada anterior del mismoCuando colgamos vengo a la compu para consultar si ha llegado correo nuevo a mi estafeta, y sí, hay uno de Jorge, desde Tres Cantos, donde me dice: «Don Ricardo, buen amigo, ¿está ya mejor de sus achaques; han servido de algo las palabras del doctor? Nos ha tenido usted en vilo; aunque yo –que suelo oír entre líneas su respiración– en ningún momento he percibido que su sutil sentido del humor haya perdido «ni tanto así»; y me he dicho, con frase que me viene de la infancia familiar: «¡Hombre tenemos!»» Y sus palabras me hacen pensar que es muy posible que tenga razón. Repaso los momentos más agudos de mi depresión, en estas páginas, y aunque me parecía imposible, recordando mis angustias, sí que la tiene, sí, en ningún momento he dejado de aplicarle a mi depresión la doble terapia de describirla conscientemente, e inconscientemente dejar asomar entre líneas, como Jorge dice, mi “respiración”, mi al parecer incombustible sentido del humor. Alabado sea el santísimo sacramento del altar. (Quod erat demonstrandum).

 

Weiß/Colonia, 26.1.

He ido a Rodenkirchen para sacar fotocopias de las 19 fotos que poseo de nuestras aventuras radiofónicas y teatrales entre 1954 y 1960, en una Huelva paleta y requeteprovinciana donde la mera existencia de nuestro grupo, tan extemporáneo, tan excéntrico, tan exótico incluso, era un revulsivo para la sociedad de esa época. Se tomó venganza de mí, estando yo ya en Alemania, cuando publiqué un artículo en el que arremetí contra la charca pestilente del colombinismo, del juanramonismo y otros ismos locales menores; la jauría se me echó encima en masa y con ganas de morder hasta dejarme en el esqueleto mondo y lirondo. Tan sólo don Alberto Luis salió a la palestra para defenderme. Nunca se lo agradecí bastante. Y sea como fuere, la visión ahora de estas fotos, que estaban en viejos álbumes, me ha llenado el alma de una nostalgia arrasadora.

 

Laetitia, desde México, amorosa, me manda un plan de alimentación para sanar mis males. Que los dioses aztecas, toltecas, tarahumaros y lacandones la bendigan, la protejan y la acompañen.

 

Empiezo la lectura del 5° episodio de la saga del Departamento Q de la policía de Copenhague, el cual, supongo que de todo corazón, está dedicado a la suegra del autor. No, en serio, yo quise mucho a mi suegra, y ella a mí. Pero creo que nunca le hubiese dedicado un libro diciendo en la primera página del mismo «A mi suegra, Joanna Hansen, née Kluitman». En cualquier caso, en la página 77 Carl Mörck es testigo auditivo involuntario de un diálogo de su asistente Rose con un adorador que le ha salido en la persona de Gordon, un joven jurista que está haciendo unas prácticas en la Policía y tiene tremendo metejón con la estrafalaria Rose. Y esto es lo que oye Carl Mørck: «”Rose, por ti lo haría todo, de a deveras todo. Dime lo que necesitas y allá voy”. “Pues entonces dóblate por la mitad y rueda un ratito por la autopista. O bien ofrécete como puente de pontones para el lago Titicaca”». ¡Pobre Gordon!

 

Weiß/Colonia, 27.1.

Diny enferma. Ya anoche se fue a dormir más temprano que de costumbre y con una voz ronca como de inveterado bebedor de aguardiente en el Alosno. Oyéndola me parecía estar oyendo a Paco Toronjo. Y hoy sigue en la cama, ni siquiera ha ido como todos los martes a lo de los Bada Scholz, para hacerse cargo de Vincent. Yo, la verdad, cuando estoy enfermo lo sé aguantar a mi manera semiestoica y quejándome a la compu por medio de este diario. Pero si es Diny quien se enferma, el mundo se me cae encima.

 

[Buscando en lo de Miss Hortensia Google un enlace para insertar un hipervínculo en el nombre de Paco Toronjo descubrí el fragmento de Sevillanas, de Carlos Saura, donde Paco canta con su voz inimitable las bíblicas del Alosno. Yo tengo el VHS de la peli regalado por el propio Saura, que vino en junio 1994 a una semana del cine español en la Filmoteca de Colonia, y esa semana la pasamos juntos conversando, entre peli y peli, y un día, después del almuerzo en la cervecería Sion –que siempre hacíamos juntos todos, José Luis García Sánchez, Agustín Sánchez Vidal, Mario Camus, Saura y yo–, cuando anuncié en la mesa que era mi cumpleaños y que la última ronda de digestivos corría por mi cuenta, Saura me regaló ese VHS y un ejemplar del libro de su peli Carmen, dedicado y con  dibujos, dos regalos que conservo como oro en paño. Y recuerdo cómo comentábamos la peculiar fonética de Paco, llamando “la Lila” a Dalila, y que el verso “en la carta de Urías” en su dicción pasaba a ser “en la carta de Hungría”. Pero en los subtítulos de este enlace también se han lucido, porque dicen que “Hubo un misterio / en la carta de Urías, / seguro y fiero” en vez de “Hubo un misterio / en la carta de Urías, / según yo infiero”].

 

Mejillones con bruschetta en La Modicana, previa lección de la signora acerca de los vinos que se toman en Italia después del postre. Cuando le pregunto si se trata de lo que en España llaman “digestivos” me dice resueltamente que no, que son otra cosa, y me muestra una botella en cuya etiqueta campea la palabra “Pasito”. Y de La Modicana a retirar por fin el correo certificado que me envió Carles desde Barcelona, con un ejemplar –dedicado por el buen Lucio Aquilanti– de Todo Cortázar, el catálogo de todas, toditas, todas las publicaciones del Cronopio Mayor, minuciosamente coleccionadas por Lucio, y editado por él junto con Federico Barea. Es un libro en verdad excepcional, y apenas ojearlo y hojearlo la primera alegría que me depara es que en el capítulo de agradecimientos, por orden alfabético, mi nombre figura junto al de Aurora.

 

Weiß/Colonia, 28.1.

Diny sigue enferma y hoy es el día más disparatado y más esquizofrénico en los anales de mi Router: tan pronto están prendidas sus cinco lucecitas como de repente sólo están dos y una tercera parpadeando, lo que significa que durante un espacio de tiempo impredecible nos hemos quedado sin internet y sin teléfono. La recontrarremilputa que lo recontrarremilparió.

 

[Lo del “espacio de tiempo” me hace recordar un viejo cuento mío compuesto como un pastiche de Borges & Bioy, es decir, de Bustos Domecq:Séptimo problema para don Isidro Parodi”].

 

Recibo vía Amazon, enviado como regalo por Ibsen, un ejemplar de la traducción alemana de un libro de William Styron que ya leí en su momento, a mediados de los 90, en la traducción española: Esa visible oscuridad: Memoria de la locura se titulaba [en alemán se titula Caída en la noche: Historia de una depresión], y me impactó muchísimo. Ahora, en la traducción alemana lo releeré con gusto, no sólo porque con toda seguridad será una mejor traducción sino porque es un regalo de Ibsen. Lo curioso es que me han llegado dos ejemplares. El de Amazon y otro enviado por una firma llamada Studibuch Online, que pertenece a un tal Herr Andreas Wilsing, en Stuttgart, a quien llamaré mañana para saber la razón de su envío.

 

Weiß/Colonia, 29.1.

Por primera vez en casi tres semanas no me voy a la cama después de desayunar, y trabajo hasta las 3:20 pm. Me tiendo una hora, sin conciliar el sueño, pero al menos reposo.

 

Telefoneé esta mañana con el tal Herr Wilsing y me explicó que su envío del libro de William Styron se debe a un encargo hecho en Bogotá por el Herr Ibsen Martínez. Le escribo a Ibsen para saber a qué se debe que me regale dos veces el mismo libro. Me cuenta que se debe a una confusión por su parte, pero que le regale el segundo ejemplar a quien sepa apreciarlo, y que no deje de releer yo este libro tan rebueno. Le prometo que lo haré apenas termine con el quinto episodio de la saga de Carl Mörck. En el cual acabo de descubrir esta frase: «Era una habitación que recordaba los cuentos de Ernest Hemingway o sencillamente una mala película». ¡Caray!

 

Javier recibió el anticipo de mi diario con la referencia a Paco Toronjo y el hipervínculo con las “Sevillanas bíblicas”, y me lo comenta en un email: «Los puristas del flamenco consideran que la sevillana, e incluso el fandango, son cantes menores, pero Paco Toronjo los eleva a la máxima categoría del «jondo». Estas sevillanas bíblicas las ubico en mi memoria allá por la feria de Sevilla de hace cuarenta y cinco años, aunque la que más se cantaba era la tercera, la de Dalila infame. Quizás porque, de las cuatro, ese es el pasaje bíblico más conocido o, lo que es más probable, porque en una feria, entre los vinos finos de Jerez y las manzanillas de Sanlúcar regando una generosa ración de jamón de la sierra de Huelva, no pega ni con cola esa Judith degollando a Holofernes. Gracias por el regalo y el recuerdo. Es una joya, como dices, y, añado yo, una singularidad que aumenta su valor». Le contesto: «A mí los puristas (del toreo, del jazz, del flamenco, etc., y sobre todo los del idioma) me la traen floja. Que se mueran los puristas».

 

Weiß/Colonia, 30.1.

Me llega un email de mi cardiólogo, el Dr. Stäblein, respondiendo al mío donde le enviaba una tabla de valores de mi tensión arterial, tomados acá en casa durante tres semanas. Se alegra de que sean valores por completo normales y eso habiendo reducido mi consumo de CoDiovan de dos a una pastilla diaria, y no 1 y ½ como él me recetó en nuestro último encuentro. En mi email le expliqué que había renunciado a esa ½ porque era un problema partir la pastilla en dos sin que se desmoronase. Me dice al despedirse que si no se presentan anomalías inesperadas, el próximo encuentro lo podemos tener en enero del 2016. Tan largo me lo fía.

 

A trancas y barrancas estoy saliendo ya de mi depresión, de seguro como subproducto de la pastilla diaria de Doxepin, pero sobre todo aplicando la técnica del barón de Münchhausen cuando se cayó en la ciénaga: tirando hacia arriba de su propia trenza. Mi trenza, en este caso, es inventarme trabajo, y llevarlo a cabo me resulta bien como terapia. Anoto de paso que el barón es uno de mis personajes alemanes más simpáticos, tanto el de la realidad como el de la leyenda, y ambos son un rotundo mentís de que los alemanes carecen de fantasía y sentido del humor.

 

Uno de mis lectores más fieles, el ingeniero Samuel Whelpley, en Barranquilla, allá donde se fue el caimán, ha subido a su cuenta Twitter un trino que le ha inspirado mi columna de hoy en El Espectador, de Bogotá :

 

Weiß/Colonia, 31.1.

Aunque sigue teniendo algún que otro acceso de tos, Diny hace ya vida normal, y yo casi que lo mismo, es el tercer día consecutivo al ritmo habitual de antes de la depresión. Una vez más, que alabado sea el santísimo sacramento del altar. Y toquemos madera.

 

Hoy se cierran acá en Colonia las jornadas de una nueva atracción intelectual en la ciudad, el festival Poética, que aspira a ser un rubro permanente en nuestro almanaque anual de eventos literarios. Este año inaugural estuvo bajo el lema “El poder de la poesía” y con un epígrafe de Ungaretti, el insuperable dístico «M’illumino / d’inmenso». El diario ha estado publicando cada día, desde el lunes, un poema de los líricos invitados, el del hoy es del sueco Lars Gustafsson y se titula “El silencio del mundo antes de Bach”, lo traduzco a mano alzada, del alemán:


«Tiene que haber habido un mundo antes / del Trío sonata en do, un mundo antes de la Partita en la menor, / pero ¿qué clase de mundo era ese? / Una Europa de grandes espacios vacíos sin el eco / de instrumentos ignorantes por doquier, / cuando la Ofrenda musical y El clave bien temperado / aún no habían recorrido ningún teclado. / Iglesias en lugares solitarios / en las que la voz de una soprano de La Pasión según San Mateo / nunca se había entregado en desfallecido amor / a los dulces movimientos de la flauta; / extensos paisajes apacibles / donde no se oían sino las hachas de los viejos leñadores, / el vigoroso ladrido de los grandes perros en invierno / y –como una campana– los patines rasguñando el liso hielo; / las golondrinas zumbando por el aire del verano; / el caracol en el que quiere oír el niño, / y en ninguna parte Bach, en ninguna parte Bach, / el silencio de los patines del mundo antes de Bach».

 

Sin duda es un hermoso poema, y aún más hermosa la idea, la composición de lugar de la que parte, pero para mi gusto el mejor de todos los poemas publicados es uno de Adam Zagajewski, el gran lírico polaco, que también me animo a traducir a mano alzada desde la versión alemana. Sé que a AZ se le ha publicado mucho en España, sobre todo en El Acantilado, esa obra maestra de la edición de libros, y asimismo en Pre–Textos, de modo que es bastante posible que ya exista una traducción de este poema, pero desde siempre he sido de la opinión de que cada trujamán aporta una nueva lectura de lo que lee. El poema se titula “La Primavera ha venido”, y dice así:


«Los pueblos mostraban cansancio después de tantas guerras / y descansaban tranquilos en camas matrimoniales / que eran tan anchas como la cuenca del Danubio. / Comenzaba la primavera, / los primeros éxtasis. / En las aún desnudas ramas de los árboles / zureaban palomas turcas. / Nadie sabía qué hacer, qué pensar. / Éramos huérfanos, el invierno / no nos dejó un testamento; / una mariposa muy joven aprendía a volar, / caóticamente, desde el principio. / Las mariposas carecen de tradición. / Y nosotros tenemos que morir. / Este es un final / poco elegante para un poema, / protesta R. y añade: / Un poema debe terminar mejor / que la vida. Para eso es que existe».


***********FIN***********

Más del autor

-publicidad-spot_img