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Mientras tantoAjedrez y personalidad

Ajedrez y personalidad


“Si quieres aprender, enseña”.

                                                                                                                                                    (Cicerón)

 

Después de más de un año de dar clases de ajedrez a niños, eché un vistazo al pasado para preguntarme cómo y cuánto habían cambiado esos pequeños desde el primer  día de clase hasta el día de hoy. En mi cabeza fueron pasa uno a uno, sus caras, sus nombres, la forma de ser de cada uno de ellos, su personalidad, pero también cómo eran al principio y el resultado me dejo pensativo hasta que llegué a la conclusión de que el ajedrez y cuando digo el ajedrez estoy diciendo: La práctica continua del ajedrez durante un periodo de meses –o más tiempo, puede modificar la personalidad de quien juega y también puede reforzar la que ya se tiene.

 

Veamos ejemplos concretos.

 

Alumno “A” (8 años): Aprendió el movimiento de las piezas porque su abuelo le enseño pero después de una hora había terminado la clase, solo sabía eso. Mover las piezas –y con fallos.

 

El primer día de clase se presento muy callado pero a la vez, muy atento, notaba que su cabeza se esforzaba para entender lo que se explicaba. En las primeras clases participaba poco pero no quitaba ojo al tablero magnético. Podríamos decir que era un niño tímido.

 

Actualidad: Este niño sigue siendo muy tranquilo pero esa timidez que tenía al principio se ha convertido en seguridad, pese a ser de los más pequeños de clase, llega a corregir a los mayores cuando cometen una jugada ilegal y sus jugadas demuestran seguridad. La timidez ha dado paso a la confianza en sí mismo.

 

Alumno “B” (9 años): Este alumno no sabía absolutamente nada del juego, hubo que empezar de cero. Era un alumno con mucha energía y con una clara falta de concentración, a la mínima distracción su mente se iba a cualquier sitio menos a las piezas y el tablero.

 

Actualidad. Después de un año tomando clases de ajedrez, este niño sigue desbordando energía pero también es capaz de jugar una partida de 15 minutos concentrado, también es capaz de resolver ejercicios mentales de cierta complejidad y estos se han convertido en sus favoritos, tanto así que clase tras clase me pide que le ponga ejercicios del tipo: “Dime si la casilla g7 y h2 tienen el mismo color”. Claro está, tiene que responder sin ver ningún tablero. He descubierto que este alumno, que al principio tenía una clara falta de concentración, ahora es uno de los que más se concentran.

 

Alumno “C” (9 años): Este alumno desde el principio noté que era intranquilo, también con mucha energía que quemar, todo el tiempo quería participar en clase, sus respuestas eran espontáneas y normalmente erróneas. Tenía la impresión de que no importaba si la respuesta era correcta o no, lo importante era ser el primero en contestar. Sabía mover las piezas por su abuelo pero poco más.

 

Actualidad. Este alumno se ha convertido en un ferviente amante del ajedrez, sus repuestas espontáneas, son ahora fundamentadas, le encantan los problemas de mate en dos jugadas y su juego, antes sin sentido y con movimientos casi al azar, son ahora movimientos meditados, con planes concretos. Una vez terminada la partida le encanta comentar con el rival los errores, las oportunidades perdidas y, lo más impresionante es la capacidad de autocrítica que tiene. Con tan solo 9 años, esta misma semana, después de ganar una partida dice: “no jugué bien, salí mal en la apertura y por poco me encierras un caballo”.

 

Debo decir que cuando escuché a este alumno ser autocrítico después de ganar una partida no pude más que alegrarme infinitamente. La autocrítica es uno de los valores más sanos que enseña el ajedrez. Me alegro que así sea.

 

Mikel Iker Menchero Pérez

Monitor Nacional de Ajedrez

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