Y la Puerta Atlántica se cubrió de brillos y reflejos -como un plato de cerámica-,
la noche que durmió bajo el ciclorama de la Antártida,
ante la aurora boreal de los flashes de una cámara fotográfica.
Foto: Gabriel Faba
Y la Puerta Atlántica se cubrió de brillos y reflejos -como un plato de cerámica-,
la noche que durmió bajo el ciclorama de la Antártida,
ante la aurora boreal de los flashes de una cámara fotográfica.
Foto: Gabriel Faba