Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoCenizas, Europa y motores a reacción

Cenizas, Europa y motores a reacción



El motor a reacción de los aviones civiles es una de las máquinas más exactas que el hombre ha logrado crear jamás -más que los famosos relojes suizos- En él todo está medido al milímetro -a la micra en realidad- de modo que introducir elementos extraños, por pequeños que sean en tan complicados mecanismos, puede tener consecuencias funestas para el funcionamiento del motor en si y con él del avión entero, porque las alas hacen que el avión sustente en el aire, pero el motor es el hace que vuele. Un volcán metido dentro de un glacial en Islandia erupciona y más de veinte países tienen que restringir vuelos y cerrar aeropuertos, más de veinte naciones con más de veinte banderas y más de veinte constituciones distintas. La antigua y poderosa Europa semi paralizada por un caprichoso fenómeno natural.

 

Cenizas, Europa y motores a reacción. Durante esta semana -concretamente el 20 de abril- lamentablemente habrá quien celebre el ciento veintiún aniversario del nacimiento de Adolf Hitler, él redujo a cenizas ciudades enteras, invadió media Europa y dispuso, con el Heinkel He 178, del primer avión efectivo impulsado por un motor a reacción centrífugo. Que a día de hoy haya gente que se tatúe la cara de Adolf Hitler en su cuerpo, coleccione sus imágenes y discursos, que grite “Heil Hitler” es tan descorazonador como desconcertante. La pregunta es sencilla: ¿Por qué? Lo habitual es que siempre resulte más fácil plantear preguntas que dar con sus respuestas, en un tema como este pretender entender es perfectamente inútil.

 

Dejando a un lado algo capital como es el concepto de raza que promulgaba el ideario del llamado Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores -que es mucho dejar a un lado- cuesta sintonizar con la mentalidad de miles de jóvenes europeos que hoy ensalzan la figura de Hitler casi hasta la santidad. Su sombra, como si de cenizas de volcán se trataran, trascendió fronteras, nacionalidades e idiomas envenenando conciencias por aquí y por allá. No hay nada en su discurso que justifique esa adoración enfermiza, sus seguidores actuales simplemente han quedado fascinados con el poder que le dio la fuerza, el terror que inspiraban sus ejércitos y los indescriptibles actos de sadismo que eran capaces de llevar a cabo convencidos de que podían hacerlo porque… podían hacerlo. Los libros de historia -y miles de personas que aún viven y recuerdan en primera persona la Segunda Guerra Mundial- nos cuentan bien a las claras cómo la humanidad fracasó estrepitósamente en su intento de ser “humana”. Setenta países participaron en aquella guerra, murieron alrededor de sesenta millones de personas -imaginen España entera llena de los cadáveres de cada hombre, mujer, niño y anciano que hoy vive en ella y a eso súmenle todo Portugal y toda Lituania- y todo fue en nombre de una idea según la cual el fuerte debía imponerse por el bien de la especie. Es infantil decir que Hitler fue el causante de todo esto, pero las mentes infantiles de aquellos que hoy le recuerdan con nostalgia así lo creen y eso empeora aún más la situación porque ¿Cómo puede resultar atractiva la figura de alguien capaz de cargarse al dos por ciento de la población mundial en a penas seis años?

 

Hay fallos en nuestras sociedades que pueden repararse con el tiempo y a los que hay que prestar atención y esfuerzo pero de forma tranquila. Que existan asociaciones pro-nazis y jóvenes que llevan banderas con esvásticas a partidos de fútbol no es uno de esos. Es perentorio actuar con la máxima decisión y la mínima tolerancia contra todo lo que huela siquiera débilmente a nazi porque no vale decir que sólo son niños que están atravesando una etapa, el nazismo significó hace dos días el mayor colapso de nuestras sociedades, el respeto a las ideas de los demás tiene un límite muy claro y está donde las ideas de los demás dejan de respetar a las personas y justifican menosprecios, insultos y violaciones de los derechos humanos. Hemos aceptado como un mal tolerable el tener grupos neo-nazis entre nosotros y simplemente les obviamos, no les entendemos como realmente peligrosos porque una paliza de vez en cuando a un homosexual, a un inmigrante, a un indigente, o a alguien que lleve una cresta en la cabeza entra dentro de los límites de una convivencia humana que conlleva ese tipo de cosas… pero nuestro fracaso no está ahí cuando la consecuencia de la paliza es una parálisis, el fracaso está ahí cuando no hemos sido capaces, como sociedad, de hacer ver a todos nuestro vecinos que el nazismo no entra dentro de las opciones. Hitler era un enfermo mediocre y acomplejado muy peligroso que consiguió pasar a la historia gracias sólo a que se dieron una serie de circunstancias rocambolescas que le colocaron en el sitio concreto en el momento concreto. Fue un asesino y un cobarde que prefirió ver a la Alemania, que decía amar, destruida antes de ceder en sus propios y egoístas intereses. Un charlatán, un demagogo superchero, amargado y de una sola marcha que en su locura creía estar llevando a cabo una misión divina. Señores amantes de Hitler, si este personaje cumplía los designios de Dios ¿Por qué terminó suicidándose escondido como una rata en un bunker después de perder la guerra?

 

El veinte de abril se “celebra” el ciento veintiún aniversario del nacimiento de Aldof Hitler, yo esperaré al treinta de este mismo mes para celebrar el sesenta y cinco aniversario de su muerte.

Más del autor

-publicidad-spot_img